sábado, 2 de agosto de 2008

Conóceme IX

H

ablemos pues, del cambio que pegó, o mejor dicho tuvo que pegar Charlie para ser admitido dentro de la sociedad que, más tarde tendría que llamar familia. Todo empezó, una tarde, cuando el “Rey”, paseaba por su barrio, al lado de la plaza de Santa Pagesa, cuando vio una mujer, que irradiaba cariño, comprensión, todo lo que Charlie, necesitaba, para seguir con un futuro, bastante normal, comparado con lo que había tenido por el momento. Solía ir allí, porque como decía que el primo, aunque lo quería, pero decía que era bastante diferente a los demás. Aprovechaba para ver a las madres descarriadas, por el dolor de tener un hijo, bastante fuera de lo común.

Ella brindaba, todo tipo de esperanzas, el corazón de Charlie, empezó a latir por primera vez en muchos años, no solo por notar súper protección, al lado de esa dama, si no porque sentía candor, a diferencia de las demás, esta tenía un je ne c’est quai, que no sabía, explicar con certeza. Se quedó mirándola, largo y tendido, pero sin decir nada.

Estuvieron en este plan durante una semana y media, al darse cuenta los dos, de que sus miradas se habían cruzado, empezó la época de apareamiento, como suelen decir los documentales de naturaleza. Pero claro, desde hacía años, todo le salía natural, y sin tener que buscar, ni pretextos ni excusas baratas, de las cuales luego, solían ir al retrete, acompañadas, por mucho sarcasmo, y algún que otro pegote de ironía.

-Perdón me podría decir qué hora es.- Para romper el hielo Charlie era muy bueno.

-Sí, claro son las cinco menos cuarto.

-Ah, vale gracias,- se marchó, pero cuando hubo dado la media vuelta, empezó a cavilar, que era a lo que el más miedo tenía e hizo proseguir la conversación.- es que llego tarde a ver a mis padres, les voy a llevar a mi hermano, el pobre, lo traigo aquí para que espabile, y deje de estar las veinticuatro horas enganchado al ordenador.

-Ah, está bien. Yo estoy aquí por mi hijo, es que veras mi marido no quiere salir con él por la vergüenza que puede llegar a pasar si o ven a su merced- a lo lejos, se le fue acercando una silueta que, aunque torpona, se acercaba a duras penas, con arena en las manos, y una mirada risueña.- Este es Bruno. Mira Bruno saluda al señor… ¿Cómo se llama?

-Bueno… lo cierto es que no me he presentado… soy Charlie, todo el mundo me conoce igual, por el mismo nombre, y esta ánima en pena que me cuelga del lado derecho, aunque me pese admitirlo, es el único hombre al que quiero de verás mi primo Andrés.

-Pues encantada, a los dos. Diles algo Bruno.- Lo único que hizo fue saludar riendo, y repitiendo el nombre de Charlie.- A Bruno también le habéis gustado, dice que gracias por haberos conocido.

Después de este encuentro, cada día quedaban a la misma hora y en el mismo sitio. En el banco que hay justo a la derecha de la iglesia, no es que tuviera mucha intimidad, pero, creo que, al igual que muchos nosotros, Andrés fue el primer sorprendido, porque él lo vio todo desde el principio y mientras lo contaba, estábamos todos sin creérnoslo.

Era la primera mujer, a la que, por primera vez Charlie, logró escuchar, y no gritar precisamente. Lo cierto es que, bueno entendedme, no intento criticar a nadie, pero envidio a Charlie, él, que es la bomba en todas las fiestas, es el alma de las mujeres, que a él le interesan. Es un crac. Y ahora por el juego, va a dejar todo atrás. Bueno él sabrá. Tiempo después Andrés me explicó cómo fue su primera cita.

Fueron los cuatro a una pequeña tratoria que está justo al en frente de hacienda. Digo fueron los cuatro porque, como podréis entender. Inés, así se llama la chica que desconcentró al “Rey”, no podía dejar a Bruno solo, con seis años y sin abuelos, y su hermana no le podía hacer el favor de guardar al niño, en definitiva era necesario que fueran a comer los dos, y los dos mozalbetes.

-Lo que me dijiste de mi marido… me lo estuve pensando, porque en cierta manera, la única que cuida de Bruno soy yo.

-Ya, pero bueno piensa un poco, yo soy el primer interesado en que dejes a tu marido, pero quiero hacer las cosas bien, no quiero que haya malos entendidos ni letras pequeñas que leer.

-Hombre…- Inés se paró un momento en seco, y miró fijamente quien acababa de entrar por la puerta, era su marido con su cuñada. Inés empezó a sudar, y el corazón, seguro que le iba a mil, pero hubo algo que cambió la situación, y es que su marido, le arreó uno con lengua a su cuñada. Que lo primero que hizo Inés fue levantarse de la mesa, e ir hacia ellos.- Eres un hijo de puta… y no… no quiero saber nada de ti- dijo mirando a su hermana, que estaba mucho más callada de lo habitual.- O sea que mientras yo estoy arreglando unas cosas para Bruno, tú, de mientras te quedas ligando con mi propia hermana.

-Cariño, supongo que sonará bastante sobado pero, no es lo que parece.

-Mira, la contesta también será sobada, y una mierda no es lo que parece, si parecía que le estabas haciendo una traqueotomía solo con la lengua. Y tú, por otro lado ¿cómo has podido? Eres mi hermana, coño, solo pido, algo de respeto, pero claro, tú eres la pequeña, y tengo que tenerte bajo mi tutela, pues mira lo bajo que caerás, que ya estás muerta para mí.

Todos los “espectadores” restaurante aplaudieron, tras ver la situación. Todos menos su marido, y su hermana, pero estos era de entender. Bruno se levantó para dar un beso a su tía, y un fuerte abrazo a su padre. Inés en ese momento empezó a llorar, se derrumbó, pero, no por la situación en sí, sino por la reacción de su hijo hacía esas dos personas, egocéntricas, y desalmadas que le habían arrebatado, lo que viene siendo una vida normal.

Al cabo de un cuarto de hora, mientras Bruno se estaba comiendo su pizza cuatro estaciones, y mientras Inés se la estaba cortando… Charlie aprovechó, el momento.

-¿Quiere que hagamos algo al respeto?

-Que no le quede ni para condones, porque estoy hasta los huevos de estas cosas.- Entendedme ver a una mujer con un cuchillo en mano, que diga esta frase, alzando de vez en cuando el cuchillo, impone de tal manera, que deja sin habla a cualquiera.- Lo único que te quería pedir, era a ver si te podrías quedar una temporada en casa. Porque no me fio del cerdo este que ha entrado por la puerta, por no decir que me fio menos de mi hermanita querida.

-No hay problema, yo vendré a tu casa, y si quieres mientras aprovecharé para que lo tengas todo. Pero primero te quiero explicar unas cosillas.

Le estuvo hablando, largo y tendido del juego, el porqué Andrés no hablaba delante de las mujeres y sobre todo, y más importante, porque quería cambiar. Más o menos una o dos horas después, salieron de la tratoria que, aunque irónico se llama Cosa nostra, ironías de la vida.

Se fueron hacia la casa de Inés, hablando de cómo se arreglarían a partir de ahora, y lo cierto es que pintaba bastante bien, pero sin más problemas, nunca. El camino que les esperaba, era largo, sinuoso, y con muchas curvas, pero Charlie, por primera vez en la vida estaba seguro de una cosa, que estaba embobado por una mujer. Andrés en cambio, en vez de hablar, se acongojó mucho más delante de Inés que de cualquier otra. Había demostrar tener los pantalones en situaciones muy difíciles, y no pretendía cabrear, en nada a este objetivo.

Al haber dejado a Andrés en casa de sus padres, ellos siguieron su camino. La casa de Inés era el típico piso cuco que tiene cualquier mujer de treinta y tantos, ya que ella no era ninguna niña, rozaba casi los cuarenta, pero tenía un gusto especial. Le gustaban los temas relacionados con la India, y tenía un montón de figurillas de ébano que le habían traído, compañeros de trabajo desde África.

La primera noche Charlie, la pasó en el sofá, perdón rectifico, la primera semana la pasó en el sofá. Pero dentro de esa atmosfera que se podía respirar dentro de aquella casa, las cosas se iban a complicar un poquillo más.

El primer beso fue bello, por no decir torpón, porque estaban en la cocina, preparando yo que sé, a tanto no llega la información de Andrés, y de pronto ella tenía algo en la comisura de la boca.

-Perdón tienes una cosa en los labios.- Dijo nuestro don Juan- espera que te lo quito,- entonces acercó los dedos hacia el sitio en sí, y se lo quitó.

-Ah, vale. Huy que torpe estoy, últimamente.- Ella dio un paso para adelante y se tropezó en sus brazos, a los dos les latían los corazones como a Manolo el del Bombo, pero era una pasión que era desenfrenada. Entonces ella se acercó y le sopló levemente en los labios a Charlie, y allí fue donde le hicieron jaque mate al “Rey”.

Después, una semana más tarde intentaron lo mismo, pero esta vez en la cama. Ese plano, para Charlie, era el idóneo, pero no sabía que los nervios le jugarían una mala pasada.

La pasión era misma que la de dos pingüinos en el hielo, o sea torpes y firmes. En ese caso, Charlie ganaba porque de un momento a otro despertaría ese León que rugía incondicionalmente, dentro de él. Pero no fue así, la cosa duró hasta para quitarle el sujetador. El que fue rey según la imaginación de Pedro, y mía, empezaba a cojear, pues como nos explicó Andrés estaba tan nervioso que no sabía dónde tenía sus propias manos.

Hombre también es norma, porque en su defensa tengo que decir que Charlie, nunca se había enamorado, por así decirlo. Le temblaba hasta el carnet de biblioteca pública, y lo que más temía era que empezaba a tartamudear como su primo. Había pasión sí señor. Pero también sufrió su primer gatillazo.

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