sábado, 9 de agosto de 2008

Conóceme XV

A

lfonso era, y sigue siendo, el máximo exponente dentro de la escala de ser hipocondriaco. Cuando salíamos a pasear, muchas de las veces se tenía que poner mascarilla, porque decía que los sitios donde íbamos eran bares llenos de gérmenes. Por mucho que la gente lo mirará, a él le daba igual “una persona se rige por sus principios”, siempre solía decirnos. Y nosotros en principio pasábamos vergüenza, pero era amigo y nos acabamos acostumbrado, tanto si nos gustaba como si no.

Una de las cosas, que más rabia hacia era, sus estupendas, y lucrativas manías. Como por ejemplo, no se cuidaba, pero en el cuarto de baño, en vez de tener una bañera, parecía que tenía un santuario, de botellas que tenía por alrededor.

-Tengo la piel sensible y no puedo usar según que, así que lo estoy probando un poco todo, ah por cierto que me ha llamado tu madre, para felicitarme por el poema ¿qué poema? Porque, que yo recuerde no me tocaba enviarle nada- otra de sus manías, incluso a sabiendas de que sí había hecho las cosas, quería que al menos le felicitáramos por el trabajo conseguido y su finalidad.

-Gracias, lo hiciste muy bien, incluso a mí casi me hizo llorar.

-¿De veras?

-Claro, de la risa. No veas lo cursi que puedes llegar a ser.

Este es uno de los pequeños detalles que hacen a este personaje que, para bien o para mal, está entre las personas que tengo que hablar.

El otro día, también me llamó; en teoría para ver como andaba con la historia, pero en realidad sabía que ocultaba algo más detrás de todo ese misterio. Algo que me acabaría arrepintiendo, algo que marcaría un fin a mi manera de ser y florecería en Alfonso.

Salí de mi casa, perdón de la de Pedro, y acto seguido cogí la calle San Miguel. Ya que me había invitado a la casa de sus suegros. Eso sí que es vida, que te tachen de sentimentalismo vale, pero que te lo tachen en un patio mallorquín con todo lujo de detalles, lo tiene aún mayor. Me dirigí, medio nervioso, medio sorprendido, por cómo me había hablado. Y al llegar descubrí una espalda conocida, mientras estaba pintando en un lienzo, algo que parecía un paisaje marino, supongamos que sería un cuadro para su padre, ya que es marinero. Le di un golpecito en el hombro, y al girarse lo que vi es que estaba llorando a moco tendido, y nunca mejor dicho, porque de la nariz estaba asomando un ente, porque eso no era un moco, era enorme.

-¿Qué pasa? Alfonso ¿estás bien?

-Oh, sí, claro que estoy bien- nada que estaba absorbiendo eso que le sobresalía de la nariz pero no había manera- ¿por qué lo preguntas?

-Por nada- Joder entendedme, si él no le da importancia…bueno, vale- es que verás tienes un moco que te sobresale de la nariz, porque se nota que has estado llorando.

-Ah, no, es que me he emocionado por el cuadro que le estoy haciendo a mi padre, y como no tengo pañuelos a mano- me dijo alzando las manos para que viera que las tenía ocupadas- ¿te importaría coger el pañuelo que tengo encima de la mesa donde estás?

-Claro, ahora lo hago- me acerqué a la mesa, y a continuación me acerqué al lado de Alfonso, y se lo quité, os puedo asegurar que al quitárselo, puedo asegurar que le quité un peso de encima. Entonces me pude fijar en el “boceto” de cuadro que tenía entre manos, y lo cierto es que era emotivo, era una especie de llaut en lo que parecía un puerto de la época, con pequeñas tonalidades en muchos azules y verdes, otros más claros para hacer el color crudo para hacer el barco, y entonces se lo dije.- Tío este es bueno ¿Qué pretendes demostrar con esto?

-Verás si me he puesto a llorar es porque le han diagnosticado a mi padre un principio de Alzheimer, nada que hacer, simplemente esperar a ver como baja la cosa, y como nos va olvidando a cada uno de nosotros. Este cuadro es simplemente, para que recuerde lo mucho que le gustaba el mar. Y los dolores de cabeza que le han quitado siempre, aparte del trabajo que siempre le han dado. Por eso te quería ver. Armando, por favor necesito a que me enseñes a ser como tú, al menos para poder pasar sin pena lo de mi padre.

-Mira Alfonso, ser yo es, bueno ser yo… vamos que no es muy bueno. Perdón ahora que lo pienso ser tú tampoco. Haremos una cosa, para empezar yo no pinto cuadros emotivos- Alfonso asentía-, tampoco escribo poemas,- Alfonso seguía asintiendo-, yo en realidad soy un alma en pena, que tiene dificultades para hablar de nuestra historia. Tu eres el primero que solo haces que ponerme fallos, faltas y otras cosas. En cuanto a mi mujer, bueno eso es que lo tengo por perdido.

-Armando ahora, creo que después de diez años, has hablado por primera vez de sentimientos.

-No, no es eso, simplemente es lo que es.

-Lo que quiero conseguir, es ser como tú eres, el ir por en medio de la calle sin que me paren, como si me tratara de un ángel de la caridad o algo por el estilo, que logren pasar de mí, justo lo contrario de ahora. Yo tengo unas preocupaciones, y no necesito que venga una señora llorando, diciéndome que se le ha muerto un gato, porque luego hago dibujos tipo ese de allí- dentro de su calma, empezó a brotar histeria, que acabo en lloros, y me señaló el maldito dibujo, donde salía un gato muerto, atropellado por la mitad- yo no soy ningún artista, pero sí que me gusta dibujar. Solo plantas paisajes, etc. Nada más.

-El problema que tienes es que le das demasiada importancia a las demás personas. Tienes que ir por la vida, pensando un poquito más en ti mismo, nada más, ese es mi secreto, escapo de los problemas ¿Quieres un ejemplo? Mi matrimonio, todos lo veíais venir, y yo de lejos, un día lo vi, de hecho en la parte trasera de mi coche, con los cristales entelados por el vaho.

-Si, en cierto modo creo que después de esta escena te vi afectado realmente.

-Es lo que viene a ser mi punto débil, así como Superman la criptonita, a mí, mi matrimonio con Inés.

-Buena metáfora. Buen ¿a qué esperas para enseñarme lo que llevas escrito?

-Aquí- se lo tendí en mano. Y estuvimos hablando como dos horas del tema, hasta que a mí, se me ocurrió una idea. Me llevaría a Alfonso de marcha para que empezara a ser como yo, perdón, no tan como yo, pero tampoco tan Alfonso.

Salimos del patio de sus suegros, dejó todos los trastos, aunque ordenados en medio de la entrada, supongo que, para que los demás pudieran apreciar su arte. Fuimos camino a tomar algo. Pero claro, primero tendríamos que cenar algo, así que nos encaminamos hacia el Alaska, para luego poder ir a tomar una cervecita como he dicho antes.

En la barra del Alaska, estaba como siempre, a rebosar. Pero tras ver lo lleno que estaba, esperamos en una esquina tomando una cañita, para entrar en calor. Le vi cambiar la cara a Alfonso y es porque se acercaba una mujer a la que le había ayudado hacía un par de meses antes. No sabía dónde ponerse, no sabía cómo decirle, no quiero saber nada de usted durante un siglo por lo menos. Y salió lo siguiente.

-Ah hola, buenas noches, cuánto tiempo sin verte Alfonso. Te he estado buscando porque tenía un problema.

-Perdón señora pero es que esta noche, Alfonso no es que esté muy bien-dije quizás para aminorar lo que sabía que vendría más adelante-. Y no creo que esté dispuesto a hablar.

-Exacto ahora los problemas los tengo yo ¿los cambiamos?

-¿Qué tipo de problemas tienes que no puedes ayudar a los demás?

-Tengo problemas como usted- la cara de la mujer, cambio en un tono sorpresa que no se lo esperaba-, como usted y de todas esas personas que las ayudo. Joder- ahora sí que podía apreciar su enfado, pues nunca decía palabrotas-, os dan un dedo y cogéis la mano ¿a ver cuándo seréis capaces de sacar vuestras cosas? y somos más optimistas, porque ya estoy harto de aguantar los males de esta señora- dijo señalando hacia una señora que estaba comiendo tranquilamente una hamburguesa- o de ese otro señor- dijo señalando al señor que estaba a un lado de la barra sin decir nada.- Que os entre en la mollera que yo, Alfonso Colom, también tengo mis problemas, y no son pocos ¿lo han entendido?- creo que generalizó un poco, dejando a todo el mundo que se encontraba en el Alaska con la boca abierta, entonces se giró hacia mí, y me hizo una señal, como para irnos del sitio.

Después de esta, iba a decir charla, pero parecía más un monologo, de Alfonso, nos dirigimos otra vez hacía el patio de sus suegros, y empezó a reír como nunca lo había visto.

-Una cosa Armando ¿Cómo te sientes después de hacer estas cosas?- no sabía no contestaba.- Porque yo, creo que he sufrido un orgasmo como nunca, aunque creo que me he pasado un poco, creo que me puedo ir acostumbrando a esta gente tan pesada que me encuentro siempre por la calle. Porque hay cosas y cosas, pero, simplemente que las personas que me importan, son las personas como todos los de la pandilla y mi familia. Gracias Armando, necesitaba salir, y reventar todo el odio que tenía dentro.

Menos mal que a mí me tenía en consideración, porque no me gustaría estar en el papel de esa pobre mujer.

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