jueves, 7 de agosto de 2008

Conóceme XIII

U

tilizad vuestra imaginación. Una mesa para cuatro que está en medio de un restaurante que se encuentra en el lado opuesto de la Plaza de España, donde solo se prepara ensaladas y cosas vegetarianas. Ahora viene, el que os imaginéis estar en compañía de un amigo tuyo que acaba de salir del armario, su pareja, en el otro lado de la mesa una bailarina, más bien tirando a tonta y por último, al tío que han traído engañado, o sea yo.

La cena no fue gran cosa porque a mí, personalmente las ensaladas, lleven lo que lleven, no son de mi agrado, como solía decir un conocido, la lechuga para los animales. El postre, fue tres cuartos de lo mismo. Y digamos que fue la copa de después, bueno eso fue lo más emotivo, por no decir corrosivo, entendedme, de sentimientos a mí, es como un discman para un sordo, no me sirven de nada. Pero sí que me sirve el criticar a los demás.

-Pues mira Ricura, el martes hacen una fiesta, donde te puedes disfrazar de mariposa, mientras te cae purpurina por encima.- A Ricardo se ve que le gustó la idea, lo noté porque empezó a reír como nunca lo había visto.- ¿A que es buena idea?

-Sí,- contestó mirando hacia Héctor, y girándose hacia mí que siguió hablándome- Armando ¿a que no sabes en que trabaja Héctor?

-¿Chulo de playa?

-No, verás aparte de ser culturista, soy relaciones púbicas. Huy, perdón, relaciones públicas-soltó una risita socarrona y a continuación soltó-, de un club de ambiente gay.

-Qué bien, y permíteme otra pregunta pero ¿a mí qué coño me importa?

Lo único que conseguí con esa reacción fueron dos cosas, una, olvidarme del polvo que igual hacía luego con Estela, y dos que Héctor empezó a llorar, provocando que se cayera de la mesa por su propio peso musculoso. Entonces Ricardo me miró de reojo, y no precisamente con muy buenos ojos y me dijo lo siguiente.

-Armando, Alfonso siempre que viene, al menos escucha a mis amigos, la cosa ha ido muy bien desde que estoy con Alfonso. Ahora que eres él, tendrías que entender que tienes unas responsabilidades con mis “amigos”, y no portarte como el rey del mambo.

-Vale, vale, lo siento… un momento ¿Qué dices que Alfonso también venía a cenitas de estas?

-Eso es otro tema, no estamos hablando de eso. Simplemente, digo que te comportes ¿no ves que es una persona sensible, que necesita cariño?

Entonces Héctor levantó la cara, y dejó mostrar una parte de él, que no sabía muy bien cómo explicarla. De la cuenca de los ojos bajaban ríos negros del rímel, de la comisura de la boca se podía ver como se distorsionaba el color del pintalabios. Todo esto sin contar que llamó la atención de todos los clientes que estaban a nuestro alrededor.

-No te preocupes Héctor, sé buen chico y levántate del suelo ¿no ves que era una broma? A mí me llama… perdón me interesan los amigos de mis amigos y todas las cosas que tengan para contarme– Lo levanté a duras penas, y después le abracé y le di un beso en la mejilla, entonces él, se emocionó y casi me estrangula del abrazo que me dio- de acuerdo, ya pasó. Eres demasiado inocente, la próxima vez que te haga una broma, no te lo tomes tan en serio.

Estela, desde el otro lado me miraba fijamente, no se atrevía a decir nada, pero observaba de lejos todo movimiento, que pudiera hacer. No sé era, rara porque pasó de parecerme divertida, a ser la típica chica mantis, capaz de cargarse a cualquier macho, y solo llevarse bien con los gays.

-Pues lo que te iba diciendo, soy relaciones públicas- me dijo Héctor que aún tenía rímel corriéndole por la cara-, y el club por el cual trabajo, es todo de personas que se travisten, y entre esas personas está Ricura. Hace más de dos años que viene por el club, y es de mis mejores amigas.

Tierra trágame, hace como tres cuartos de hora, que estoy pensando en irme yéndome por la parte de debajo de la mesa, y desaparecer, cogiendo un taxi, e irme a casa, donde, aunque vasto y burdo, al menos no parece sacado de un culebrón sudamericano.

-No digas eso Héctor que al final te tendré que dar unos azotes en el culo ¿Qué prefieres látigo o fusta?

-Mejor no te lo digo loca- en serio, no estaba preparado para eso, los dos estuvieron riéndose y riéndose, Estela por el contrario, parecía que era policía.

Entonces le dije a Ricardo a ver si me podría acompañar al lavabo, Héctor soltó una broma, típica de homosexuales, de la cual no hice mucho caso, que fue algo así como “no apaguéis la luz, porque eso no será cuarto oscuro”. Lo llevé al cuarto de baño, claro tuve una duda, entendedme, iba vestido de chica, por tanto no sabía si ir al de chicos o al de chicas. Opté, definitivamente por entrar en el de chicos porque Ricardo, otra cosa no pero tenía una voz muy masculina, cosa que no pegaba con el resto del cuerpo en el cual estaba atrapado.

-Tú, a ver explícame ¿Qué coño significa que Alfonso lo sabía de antes?

-No te pongas nervioso, para empezar. Yo te explicaré la historia si quieres.

-Explícame pues. Que me estoy empezando a sentir incomodo allí fuera.

-No es nada, no pases pena. Mira todo empezó, más o menos hace dos años, como bien te ha dicho Héctor, mis amigas del baile, me convencieron por así decirlo, para que fuera a este club, donde trabajaba el hermano de Estela- le señalé con el dedo hacia fuera, para ser más concreto hacía nuestra mesa-, exacto Héctor. Y aunque me quisiera auto engañar, no era muy normal que me sintiera mujer, pero no lo pudiera explicar, ni expresar.

“A mí de toda la vida me han gustado los chicos, es normal que eso creara, no sé muy bien como decirlo ¿choques de ideologías? Por parte de alguno que otro de la pandilla, de hecho nunca nos hemos llevado muy bien que digamos. Todos sabemos quién es, y como se comporta- asentí, porque en ese momento me desarmó, y me sentí fatal-, total que fui a ese club al que todas mis amigas me dijeron. Sabía lo que me encontraría al llegar allí, pero me aventuré a ir vestida como una mujer.

“Joder, y no veas que gustazo el notar medias de seda, y ponerte faldas cortas. Maquillarme, ya me maquillaba, para según qué interpretación de baile, pero nunca pasé de allí. Lo cierto es que la primera vez que fui al club, llamé antes a Alfonso, porque tanto si os gusta como sí no, él es el más humano dentro del grupo.

“Decidió acompañarme, porque también dijo algo de que le ayudaría a escribir, y coger ideas de decoración. Total que nos fuimos los dos, un travestí y un hombre que no sabía muy bien donde se metía, bueno digamos que lo sabía ligeramente. Pero nunca se imaginó que se lo pasaría tan bien. Yo estaba en mi ambiente, y nadie me miraba raro, por primera vez en mi vida me sentía yo, sin acusaciones de gente idiota, y nadie que te pida perdón cuando cuentas un chiste de maricones, típicos entre Pedro y tú.

“La noche fue agitada y nunca me lo pasé tan bien como para comentároslo a los demás. Así que decidí no contaros nada, sería un secreto, como otros muchos, entre Alfonso y yo.

-¿Estáis muy ocupados?- se oyó la voz de Héctor al otro lado de la puerta.

-Estamos hablando, no pasa nada de nada- contesté.

-Ya, entonces porque no habla Ricura ¿no será que tienes la boca llena?- se puso a reír.

-No, no tengo la boca llena puta, simplemente estoy hablando con Armando.

Del otro lado de la puerta se oyó una risotada, y unos pasos que se alejaban.

-En serio Armando me sabe mal que te hubieras enterado así.

-No pases pena, lo que me sabe más mal, es el no haberlo sabido de antes. Nosotros, todos de hecho, ya sabemos que eres homosexual, muchos de nosotros, respetamos tu idea. La próxima vez que quieras quedar con alguno de tus amigos, avísame, que aunque parezca que no, me lo estoy pasando en grande, pero me ha pillado por sorpresa todo esto.

Lo abracé y pude oír como sollozaba de alegría, cuando lo aparté un poco al darme cuenta de lo que pasaba, dijo.

-Joder, no puedo llorar ¿no ves que voy maquillado? Estos momentos así me emocionan.

El resto de la noche fue mejor, y el resto de veces que quedábamos ya no iba con la escopeta cargada.

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