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reo que va siendo hora de sacar el tema Alfonso, gran ecologista, confidente, hipocondríaco y por último y más importante un cacho de pan que llora incluso cuando alguien se le cuela en el supermercado o cuando sin querer le has pisado, sin querer eso sí, repetidas veces, porque a estas alturas de la vida lo tomamos como un juego. Os lo explicaré no paséis pena, como diría Ricardo.
Hay veces que le ponemos trabas en la vida, en plan, vamos al cine a ver una película violenta, a ver cuánto tiempo dura sin taparse los ojos, o sin soltar alguno de sus grititos o ya, simplemente llorando, porque claro como se muere el malo de la peli, y lo arregla con frases como.
-¿No le habéis visto el brillo en los ojos, había aprendido la lección? pobrecillo no se lo merecía- se saca el paquete de pañuelos dentro del cine, y sin entender muy bien al cabo de cinco minutos, parece que han dejado entrar un elefante dentro de la sala, bueno perdón un elefante que gime.
Lo cierto es que de tan buena persona que es, creo que tendría que haber acabado como mínimo profeta de una religión hecha por el mismo. No, hablando en serio. Hay veces que quedamos con él, y al cabo de tres horas aparece como si fuera una carroza, llevando a cuestas muchos regalos, ramos de rosas, etc.
-¿De dónde coño sales?- suelo soltar, porque los demás ni se atreven a preguntar.
-Es que verás, me encontré con Paquita, si hombre la de la panadería, que tenía un problema con su hermana, así que me ha llevado a casa de su hermana, Celia creo que se llamaba, huy que rabia que no me acuerde de los nombres- entonces se gira hacia uno de nosotros, para a ver si nos acordamos de esa persona, como muchas veces ni lo sabemos, se responde el mismo-. A ver Charlie, bueno es igual, tu las mujeres que te tiras, es cierto que le pides las medidas antes que el nombre. Bueno es igual, lo cierto es que me ha acompañado allí, y una vez en el sitio, me encontré con Serafín, si hombre el hombre que tiene tantos perros- todos asentimos, pero porque no vemos donde acabará todo eso-, pues ese señor, bueno miento su mujer, lleva la floristería de la esquina, que da junto a la casa de Celia…
Bueno resumiendo, que se tira como tres cuartos de hora hablando del tema, y luego indiferente, te suele soltar “Es que cuando me cogen, me estiran de la lengua”. Cosa que llegamos a pensar que ya se deja estirar la lengua, porque vaya labia que tiene.
Una de las veces que más he reído en mi vida, fue una vez que Pedro, le quiso hacer un regalo, por hablar con las madres de sus hijos, para que los pudiera ver, Pedro claro, no es que sea muy entendido en saber ofrecer regalos. De hecho a mí, después de tres años casi de estar viviendo con él, me trae la Cosmopolitan para mí, y el playboy para él. Pero bueno pequeños ejemplos, pequeños ejemplos. A Alfonso el regalo le gustaría mucho más porque claro, como se portó de puta madre con él…
Vamos que lo llevó de putas a un puticlub que le había recomendado un cliente, de esos que solían cambiar el colchón por razones obvias, este le comentó que el irse a la cama con una de estas era una cosa muy buena, y que aunque caro valía la pena. Incluso le dijo que preguntara por Giselle, una chica de por Brasil que no veas.
Pedro emocionado después de oír todo eso, pensó, “este regalo, será un regalo muy bueno, tanto para él como para mí”. Total que se fueron hacía allí, el triángulo emocionado y Alfonso desconcertado, porque claro, no sabía que era mejor, si haberlo dejado correr o ayudarlo.
En la entrada del “club”, Alfonso ya empezó a ponerse malo, y dijo cosas como.
-Pedro de verás que estoy agradecido por tu regalo, que digo agradecido, emocionado.
-Sí, y dentro de poco empalmado.
-No, en serio vámonos ya que no me encuentro muy bien.
-De aquí no nos vamos hasta que tú pruebes a Giselle, que cura todos los males a base de polvos.
Al final, tanto si le gustase a Alfonso o no, entraron por la puerta grande, dejando ver una sala con tenue luz, y muchas chicas sentadas encima de divanes, enseñando cachas y otras cosas que no eran cachas. Pedro, no sabía muy bien cómo romper el hielo en un sitio como ese, pero al final se decidió y se acercó a la barra.
-Perdón ¿está Giselle de servicio?
-Sí, soy yo- bueno por lo que me contaron era una mujer de unos veinte y pocos que relucía de lo guapa que era, pero lo demás me lo resumieron entre sonidos guturales que soltaba Pedro y Alfonso no quiso hablar.- ¿Qué querían?
-Yo una caña, y también que te lleves a mi amigo a una habitación arriba y lo hagas un hombre.
Alfonso no sabía muy bien donde poner la vista, porque se sentía muy incómodo en esa situación. Entonces unos brazos femeninos lo cogieron del codo y lo medio arrastraron hacía la parte de arriba. Pedro de mientras estaba esperando, sorbiendo caña tras caña, hasta que paso hora y tres cuartos. Al bajar, incluso Pedro le hizo una reverencia. Pero al salir de detrás de Alfonso salió Giselle llorando.
-¿Qué pasa? ¿Qué le has hecho?- preguntó Pedro alarmado.
-Nada, creo que sido el primer cliente de esta noche y de siempre, que le ha preguntado por su vida, y entonces me ha contado, desde cómo llegó aquí, a España me refiero, y luego al club. Que no se lo montará más con nadie y que tu cliente es un cerdo, porque le tira el dinero al suelo para que lo coja con la boca, solo hay una palabra para eso, deleznable.
Pedro rojo de ira, empezó a rechinar los dientes y tuvo que pagar un servicio de dos horas, más todas las cañas que se había tomado, que no fueron pocas… Yo aún cuando recuerdo la cara de después me río como nadie
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