Moraleja y/o epilogo.
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Cómo podría explicar mi final de una manera poéticamente hablando? Pues lo cierto es que no lo sé, pero lo que sí sé con certeza es que no todo acabó como esperaba ¿la noche en el hotel Valldemossa? Puede que sí, me acuerdo perfectamente pero ¿qué pasa? Que nada dura eternamente, el amor se fue extinguiendo y no dejó nada, estuve dos meses con ella, simplemente eso. Después me dejó las maletas en la puerta y me dijo, literalmente, “que te aguante tu madre”, lo que significaba que me tenía que ir con Jaime a casa de mis padres, teniendo que aguantar todas las chorradas que decía mi madre en plan “¿ves? Hoy en día todas las mujeres son muy frescas, cuando consigue que te divorcies de esa mujer que tenías, que era una bellísima persona… va y te deja, muy bonito sí señor, muy bonito”. Tendría que haber aprendido de mí padre que entre que estaba sordo y se quitaba el Sonotone, no escuchaba ningún comentario de mi madre, de mayor quería ser como él.
¿Mis amigos? Bien ¿y los vuestros? No, ahora hablando en serio, todo terminó bastante bien para todos exceptuándome a mí ¿cómo no?
Andrés, después de tanta farsa, resultó que sí, empezó a salir con Nuria, la chica del cibercafé, cosa que me alegró mucho el saber la noticia.
Pedro y Ricardo, bueno digamos que estos dos siguieron su relación, hasta hace unas cuantas semanas, recibí una nota que decía que estaba invitado al juzgado por violencia domestica, pero tenían un problema y era que no sabían quien hacía el papel de hombre y cual el de mujer, cada uno se fue por su camino. Pero los dos seguían en la misma acera.
Alfonso, seguía con sus escritos, sus exposiciones y su hija. El estado de su padre fue mejorando progresivamente aunque, cada vez que me viera me dijera Heil Hitler o cosas por el estilo, era gracioso, el hecho en sí.
Charlie, digamos que está madurando más bien tirando a poco a poco, en su caso, era difícil cambiarlo, porque si nos gusta o no, seguía siendo Charlie. Os pondré el último caso que yo sepa. En el despacho tenía una secretaria de unos diecinueve años más o menos, esta lo suele a invitar a calentarle lo que son los bajos cuando él lo necesita, pero sigue estando felizmente con Inés, lo que vendría a ser otra ironía de la vida.
Moraleja, no creo que en nuestro caso no hay ninguna, bueno creo que sí, tan solo una, que por mucho que quisiéramos, nunca, repito, nunca cambiaríamos
1 comentario:
Hola, Sebastian!
Yo hay gustado mucho de tu cuento.
Muy bien trabajado.
Abrazos.
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