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proveché que tenía a Jaime, para ir a visitar a los padres de Pedro, así mi hijo escucharía historias más humanas de las que escucha por tele y cosas tipo eso que se hace llamar tele basura o prensa del corazón. Intuía que el padre de Pedro, del cual aún no sabía nombre, estaría peor, pero también es cierto que le gustaría ver a mi hijo para comentarle alguna parte de su vida. La compañía era buena y a mi hijo supongo que no le pasaría nada si un día dejaba de jugar con videoconsolas y cosas así electrónicas.
-Papá ¿dónde vamos?
-Vamos a ver unos conocidos, ya verás te gustará conocerlos, son los papás de Pedro.
-¿Y también son tan groseros como él?- me puse a reír, lo volví a mirar- porque si es así no me gustará conocerlos, es que le tío Pedro es… el tío Pedro.
-Ya, todos queremos al tío Pedro, es muy suyo, pero una vez lo conoces, ya no hay marcha atrás, te encandila su manera de ser.
Mi hijo, se quedó mirándome perplejo y luego soltó
-Si tú lo dices.
Mientras nos encaminábamos para casa de los padres de Pedro, mi hijo no hacía más que preguntar quienes eran en realidad. Incluso puso una hipótesis de que Pedro debía ser adoptado, siempre y cuando los padres fueran como yo le expliqué, pero al final llegamos.
Vi algo raro en el ambiente, la puerta estaba medio abierta y se oía un ruido dentro, no entendía muy bien que pasaba, así que me giré hacía Jaime y le dije:
-Espera aquí un segundo, voy dentro a ver qué pasa.
Jaime tan solo asintió, en cambio yo me adentré hacía las fauces de la casa que, aunque antigua, conservaba bastante bien las apariencias, porque por dentro todos los muebles eran nuevos, habían reformado la casa hacía poco, pongamos más o menos un año, por ahí. Son cosas a las cuales no le hice mucho caso la primera vez que entré porque como el padre me tenía absorbido por sus historias, pues uno no se da cuenta, seguí adelante buscando algo moviéndose, me acerqué a una de las habitaciones que había antes de llegar a la sala de estar, pero no hubo suerte. Hasta que llegué a la famosa sala de estar, donde encontré dos siluetas, una era Pedro seguro, mientras que la otra estaba apoyada en la mesa de la sala de estar, sin dejarme ver bien el rostro.
Salí disparado, mintiéndome como si no hubiera visto nada, pero mentía, sabía lo que había visto, menos mal que no llegué a entrar con Jaime, hubiera sido una experiencia traumática para él. Después de cavilar un rato, me decidí volver a mirar, pero esta vez para fijarme bien quien era la chica con la que estaba, asomé tan solo la cabeza, ellos seguían con lo suyo, pero había algo raro, la chica tenía algo que me hacía recordar a alguien, ahora mismo no encajonaba de donde ni cuando, pero había algo que no cuadraba, observé con más atención, tenía un corte de pelo a lo militar, bueno otra legionaria que se tira, con planes sin futuro, no está mal. Pero me seguí fijando, cada vez descubría más, hasta que está se levantó y pude ver que tenía unos músculos demasiado elaborados para una chica, era un chico. De la sorpresa se me cayó no se qué al suelo y como no, llamé su atención.
Pedro fue el primero en mirar, se subió los pantalones y vino hacia mí, yo no podía esconderme, así que me quedé en el sitio, esperando que llegará, hasta que me vio no le vi los ojos rojos por la ira que tenía en ellos concentrada.
-¿Qué coño haces aquí tú?
-Venía a ver a tus padres a ver como estaban.
-Que buen día has elegido pues, a mi padre se lo han llevado esta noche y… un momento, no es esa la cuestión, la cuestión es que no dirás nada de lo que has visto ¿verdad?- mientras me hacía esta pregunta, otra silueta conocida se acercó a nosotros, era ni más ni menos que Ricardo, que con una sonrisa socarrona me estaba mirando, me quedé blanco, pero no pude decir nada más
-Hola Armando ¿qué tal anda todo?
-Un momento antes de nada, vayamos a dejar a Jaime a casa de mis padres y luego hablemos largo y tendido sobre el tema… bueno este tema que no sé muy bien como denominarlo.
Salimos de la casa donde Pedro usaba para sus fechorías anales o banales, lo que queráis creer y cogí a Jaime, por si un caso se atrevían, da igual el bando, a abrir la boca alguno de los tres. Jaime por inocente y los otros dos por depravados. Había otra cosa que no acababa de comprender ¿dónde estaba en realidad Jonás ahora mismo? Bueno supongo que sería una de las preguntas que tendría que hacer, cuando fuéramos a tomar café.
Dejamos a Jaime en casa de mis padres como estaba previsto, mi padre ni me miró a la cara, digamos que cuando iba con Pedro, según él, cambiaba bastante, me portaba de una manera bastante ¿Cómo lo llamaba? ¿Gilipollas? Mi padre y sus palabras cariñosas. Al salir de casa de mis padres, fuimos al punto y aparte, la camarera se extrañó que ese día solo fuéramos solo tres, pero nos atendió tan bien como siempre.
-Voy a empezar haciendo preguntas, por favor sedme sinceros, sobre todo tú Pedro- dije sin que se viera que estaba desquiciado, por el asunto- ¿dónde está tu padre? Y ¿cómo es que lo han ingresado?
-Yo no he dicho que lo ingresaran, simplemente que le tenían que hacer pruebas de sangre, orina y otras cosas que ahora mismo no me acuerdo, esta mayor y se lo está llevando el cáncer. La casa de mis padres no es un parque de recreo, allí ya no llevo ni a mis hijos ¿por qué coño tienes que ir con Jaime?
-Ya sé que no es un patio de recreo ni nada por el estilo, pero quería que tu padre se animara… no sé ni porque te doy explicaciones, cuando tú te llevas a tus amantes o lo que sea Ricardo en este momento- Ricardo me miró de soslayo y me dedicó una sonrisa picarona…- no tiene ni gracia, ni nada que se le parezca ¿alguien me quiere explicar cómo empezó todo?
-Verás, todo empezó al poco de empezar a salir Héctor conmigo, miento, todo empezó casi después del show, donde Pedro se marchó llorando. Me llamó a casa diciendo que quería verme como en los viejos tiempos…
-Un momento ¿de qué viejos tiempos habláis?
-Ah, es cierto, Pedro en realidad es Víctor, lo de venir a veranear me lo inventé, pero claro, Pedro quería guardar las apariencias delante de vosotros- se rió poniendo la mano con la palma para abajo y enseñando un poco el colmillo- lo cierto es que ha sido el mejor amante que he tenido nunca, pero nunca habíamos pasado del beso inicial, hasta hace ¿dos meses?- se giró a Pedro y este asintió con vehemencia.
Yo, la verdad es que en ese momento estaba blanco, pero aún había muchas cosas y preguntas que hacer.
-¿Pero se puede saber dónde está Jonás?
-Jonás está con mi prima Eva, no pases pena está bien.
-¿Con Eva? Pero si Eva es… ¿Eva? Pero si le tuve que pagar para que guardara silencio delante de este hombre que tengo aquí enfrente- dije señalando a Pedro, que aun se estaba mofando de mí, en mi cara.
-Sí, es que es muy gracioso, porque todo el mundo lo sabía menso tú-me quedé atónito- pero, para serte sincero, los demás nos pillaron besándonos o algo así, pero ninguno nos pilló llevando la carretilla- me dijo Ricardo como si llevara algo que necesitara empuje.
-Vale, pero ¿y Héctor?
-Héctor era el rollo de una noche de verano, solo tonteaban, además incluso hay días que vamos los tres a comprar a los sex shops.
-Y lo que oía en tu casa ¿qué coño era?- dije señalando a Pedro.
-Ah, simplemente eran grabaciones que me pasó Charlie, mientras él, bueno ya me entiendes.
-Supongo que esto me convierte en un ignorante de mis propios amigos y que no sé nada de nadie, me alegro de haberme dado cuenta, un última pregunta ¿sois felices?
-Más que nunca- contestaron los dos mientras se miraban a los ojos sonriéndose el uno al otro.
-Menos mal que alguien lo es, porque si no, la cosa andaría mal.
-Alfonso nos ha comentado lo de tu mujer- dijo Ricardo.
-No le mientas Ricardo, ya que estamos dile la verdad.
-Bueno, vale. Fuimos nosotros que la vimos hace unos tres meses más o menos y luego se lo dijimos a los demás. No te quisimos decir nada, porque Alfonso dijo que tenía algo para ti- miró el reloj y siguió- que de aquí tres días tendrías que hablar con Blanca y entonces, pues como en todos los cuentos, el príncipe comiendo melocotón y la princesa comiendo perdiz.
Me habían engañado y lo más frustrante de todo, es que había picado, la conversación siguió, pero algo me decía que el día sería mucho más largo. A media noche recibí una llamada de Charlie diciéndome:
-Armando, ya tienes una reserva hecha en el hotel Valldemossa para pasado mañana, conocerás la mesa porque estará adornada de rosas rojas.
Después del telefonazo, me acosté. Y justo después de planchar la oreja a la almohada, me dormí soñando en finales felices junto con mis amigos y estando cerca de la persona a la que más he querido nunca Blanca.
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