miércoles, 1 de octubre de 2008

Mirada crítica primer capítulo

Tomás, era un cínico de mucho cuidado, como cualquier otro chico de su edad pero con muchos defectos y muchas manías. Simplemente era una persona huraña y con pocas amistades a las cuales pedir ayuda cuando la necesitaba. Siempre se metía en problemas por abrir la boca y, nunca dejaba de cerrarla, así, que ya os podéis hacer una idea. Era un chico con muchos ideales, entre ellos el meterse con todo tipo de gente, le era igual meterse con blancos que con negros, con machistas o feministas, simplemente se regía por sus ideales que eran el ser perfecto a sus ojos.

Al principio, trabajaba de crítico culinario pero, al ser tan bueno criticando lo pasaron a criticar desde una crema de champiñones a las nuevas marcas de vaqueros de una nueva marca que había salido al mercado.

Estaba casado con una mujer que se hacía Mimí, pero en realidad se llamaba María Micaela, la llamaban así para abreviar un poco ese nombre tan largo.

Estoy aquí, ahora espero que no me sobornen como cuando fui a ese restaurante donde en vez de servir ensalada, servían un prototipo de cosa verde que, por no hacer ni sabía a lechuga. Me llamo Tomás y soy crítico culinario, ahora mismo estoy en la mesa, esperando a que me atiendan. En mi blog de notas tendré que poner:

Tardan mucho en poner los platos

El chef ni me dirige la palabra

Usan un vino malo

Un lugar sin presencia ni toque artístico de ninguna clase

Tiempo que estará abierto: poco más de un mes

No es que sea duro, simplemente soy realista, mis críticas, pueden parecer un poco cínicas, pero gracias a ese cinismo estoy con mi mujer Mimí. Ella trabajaba en un restaurante de mucho nombre, hasta que fui yo. Era un restaurante donde solo servían pescado, tengo que decir que era fresco porque muchas veces te lo servían de la pecera, un problema para empezar contando de que el pez no ha de ser nunca de piscifactoría, sino más bien de agua salada para ser bueno, pero bueno, eso fue una mala entrada ya de por sí, pero claro ya cuando iba a hacer mi primera queja, apareció ella, Mimí que me eclipsó la crítica durante un buen rato. Al día siguiente no pude hacer crítica ninguna, pero sí que volví al restaurante, para volver a verla, es simplemente una historia de amor crítica, digo eso porque en casa cada dos por tres estamos discutiendo siempre que me pregunta “¿me salió bien el guiso?” o algo por el estilo. Yo como en mi casa, precisamente a mentir, no me enseñaron, siempre he tenido ese problema, son cosas que ya desde pequeño te inculcan, pero es que también he crecido con muchas otras manías: No puedo cruzar un paso de cebras sin saltar en las rayas blancas, la comida combinada no se puede tocar, me cepillo los dientes hasta tres veces durante un cuarto de hora cada vez, soy meticuloso en cuanto a la orden y la limpieza de mi casa, cuando duermo, tengo que dormir aparte de mi mujer porque me gusta sentir mi cama para mí solo, etc. Os las iré diciendo a medida que cuente la historia.

Sigo esperando a que me traigan el dichoso plato, pero este por lo que me imagino, tardará un poco más, así que me decido por levantarme y preguntarle a la gente que tal está la comida, aprovecho que hay un grupo de gente mayor a mi derecha y me acerco a preguntarles:

-Disculpen ¿es buena la comida que sirven? Vera soy Tomás Castaño, crítico culinario- le tendí la mano, pero no me contestaron, ninguno de los dos, hasta que el marido, giró la cabeza y me dijo:

-Disculpe, señor Castaño, ya le conocemos y no es grata su compañía en esta mesa.

-¿Por qué?

-Porque por usted, tuvimos que jubilarnos antes, hizo una crítica del timón azul ¿no se acuerda? Lo tiró por los suelos y en menos de dos semanas lo cerraron.

Sí, me acuerdo perfectamente, el timón azul, brindaba de grandes defectos, entre ellos el carácter de los que llevaban el local, entrabas y lo primero que veías eran a esos dos viejos decrépitos detrás de la barra, encima de las mesas, había mucha porquería, me acuerdo porque pude pegar en mi mesa la grabadora para ir grabando todo lo que dijera, y se quedó clavada en la mesa, os lo puedo asegurar. El pescado, si es que eso tenía el papel a pescado, olía mal, se ve que servían pescado de anteayer al cliente, idóneo para una buena crítica. Lo último que sé es que sanidad cerró el restaurante por negligencia y por no pasar la inspección necesaria, creo que mi crítica los incitó a mirar dentro de ese establecimiento. Una pena, sí señor.

-Pues lo siento no era mi intención, yo no pretendía cerrar su restaurante, al menos no de esa manera.

Para que os hagáis una idea, Tomas es una persona con unos principios morales y, para él lo que es ética, para los demás significa descabellado, pero él es feliz dentro de lo que cabe.

No me volvieron a mirar.

Me acerqué a otra mesa donde estaba una familia que tenía pinta de ser la típica familia de ejecutivo. Quiero decir para que me entendáis que todos llevaban móviles en la oreja, como si se los hubieran implantado en el cráneo, ropa cara y, una cosa muy importante, no digáis palabras malsonantes en la mesa niños.

Lo que Tomas quería decir era, que la mesa a la que se estaba acercando, era una mesa llena de glamur y sofisticación. Cuando un día llegue al cielo, si es que no lo envían directamente al infierno, tendremos que rendir cuentas él y yo.

Me acerqué discretamente, pero se ve que alguno de ellos me reconoció y en seguida se puso blanco, el padre de familia, el más alto, corpulento y seguro de sí me miró de soslayo y mientras me miraba, pude notar que iba a soltar alguna que otra barbaridad.

-Este rissoto esta de muerte, ahora supongo que en sus críticas pondrá el rissoto de la muerte o algo por el estilo, conociéndole cualquier cosa me espero, menos mal que he venido antes que usted para avisar a mis conocidos.

-Yo no crítico porque sí, si no porque es mi trabajo.

Lo que quería decir y no se atrevía a exteriorizar es que ya estaba harto de que la gente lo juzgara por su trabajo, pero es que claro, de tanto trabajar como crítico, empezó a criticar a los demás por igual.

Nada, que me acerqué a la mesa a esperar, igualmente ¿Qué podía pasar? Era un simple restaurante donde por no dejar, no dejaban de crearse falsas ideas sobre uno mismo. Al cabo de un cuarto de hora me llegó el famoso plato, una lasaña que brindaba por ser el gratinado más malo que nunca había probado.