lunes, 12 de mayo de 2008

Sombra del pasado capitulo 5º

Seguía en la Bonanova, corriendo a ciegas aunque ya hubieran cesado los tiros, supuse que debía ser un francotirador que tiraba desde cualquier punto alto y escondido. Tenía que volver sobre mis pasos y dar parte a la comisaría en caso de que no se hubieran enterado aún, pero nada tenía que ofrecer más que malas noticias. Era mi primer día como ayudante de inspector y ya me había cargado a mi compañero, una cosa bastante atípica dentro del mundo que me rodeaba.

Andaba sin rumbo hasta que llegué a la plaza Gomila donde cogí un taxi que me cogió a regañadientes al ver que llevaba la cara marcada de rojo sangre, pero me recogió que es lo que importa.

-Buenos días ¿Dónde vamos señor?- el taxista tenía una tez bastante pronunciada, y lo cierto es que me recordaba a alguien pero no llegaba a saber muy bien a quien.

-A la comisaría del distrito de Palma.

Durante el viaje me fijé que el taxi, era a la vez que raro, bastante raro a la vez. Tenía estampitas de santos colgados por todo el taxi, pero escuchaba música heavy, cosa que me extrañó desde un principio. Luego los cristales de atrás eran tintados de un azul muy fuerte que apenas dejaba ver el paisaje del exterior, aunque solo hubiera calles cochambrosas y muchas destartaladas, no me gustaba tener que mirar esos ojos curiosos que me penetraban por no decir que me seguían hiciera lo que hiciera. Estaba nervioso y no solo por el simple hecho de que me hubieran disparado, si no porque no sabía muy bien cómo llegar al despacho de Gutiérrez y decirle que su mejor hombre murió a mi lado. Estas ideas y muchas más que ahora no me acuerdo, me estuvieron nadando entre las neuronas durante todo el viaje, hasta que una voz áspera y seca a la vez me dijo.

-Serán siete euros veinte céntimos, y lávese la cara hombre que parece que la señora con la que ha estado tenía la menstruación.

Sonreí muy a mi pesar, porque me pareció una broma bastante cerda, para un hombre que no me había dirigido la palabra durante todo el viaje, y a la hora de cobrar dejara más dinero como propina. Así que le di un billete de veinte y le dije que se cobrara los ocho euros, y entonces noté como esos ojos volvían a mirarme mal, a analizarme, y procesar toda la información que tuvieran de mi, para plasmar ese momento, y recordar mi cara, pero antes de poder decirle nada, ya estaban rechinando las ruedas en la carretera, y no pude fijarme en la matricula de ese taxi, solo en que conducía un BMW y que era grosero, por no decir de que su cara la había visto antes, seguro.

Antes de coger el ascensor, me limpié como pude en el lavabo, la sangre de mi compañero, que residía en mi piel como maldición en un alma impura, mientras corría el agua, estaba pensando, como afrontar un futuro sin compañero, un futuro sin más ayuda que la que te presentan los informes, y no menos importante con esa marco psicológica que me dejó el francotirador en el hombro izquierdo.

Cuando entraba en la sala de juntas de la comisaría, encontré que no había nadie, en cambio encontré el despacho de Gutiérrez abierta de par en par, y una luz tenue que brindaba que entrara en ella, así que ni corto ni perezoso, entré.

Dentro de ese despacho, brindaba desde el primer día que entré un aire de autoridad y poder que estaba muy presente miraras donde miraras, pisaras donde pisaras, y por mucho que pensaras en no caer estabas atrapado en esa red de intrigas y soluciones, un círculo vicioso que nunca terminaba. Apenas tenía iluminación, solo brindaba la luz de una pequeña ventana que daba al tragaluz del edificio, y la tenue luz de un ordenador que hacía tiempo no se usaba puesto la pantalla de polvo era presente, en cambio encima del escritorio se podían vislumbrar muchos papeles, varios juegos de bolígrafos, y una caligrafía que dejaba dudar si era firme o diluida como la tinta, porque tenía trazos limpios, mientras tenía otros muchos que parecía que los había escrito un niño.

Al cabo de un par de minutos mirando alrededor del despacho del comisario, pude notar como una sombra, detrás de mi persona, asomaba, con mucha timidez pero a la vez con firmeza, su silueta recordaba como los muñecos que usan para niños que nunca caen porque por mucho que les pegues vuelven al punto de partida, pero este era bajo y además hablaba con esa voz tan característica que nunca olvidaré, la voz del señor Gutiérrez.

-Norte ¿Qué diablos hace aquí?

-Nada señor, es que he visto la luz encendida y…

-Déjese de pamplinas y dígame, ¿Dónde está Armando? Que lo estoy buscando por todas partes y ni coge móvil ni nada por el estilo.

No sabía exactamente qué hacer ni que decir, pero en seguida contesté lo primero que me pasó por la cabeza.

-Armando está aparcando.

El comisario me miró desorientado, pero escondía algo detrás de esa mirada, en sus labios se dejó percibir una sonrisa gatuna, que acompañaba a una gracia cuasi infantil, y contestó.

-Este Armando nunca aprenderá que existen las plazas de parking que tiene una en la puerta de la comisaria, siempre dando vueltas. ¿Un día sabe que me dijo?- negué tras no saber que más ofrecerle al comisario, más que seguirle la corriente- me dijo que conducir le iba bien para coger ideas, ya sabe para tejer tal tela de araña que le llevase a resolver un caso, fuera cual fuese el problema siempre lo encontraba, y decía que era por conducir. Este Armando es un tío cojonudo.

-Si lo cierto es que lo es.

Entonces, un sonido ensordecedor, entró en el despacho, era el del teléfono que estaba llamando la atención, mientras Sofía, la secretaria del comisario le estaba contando a Clara como se lo había pasado en sus vacaciones de las cuales volvió hacia poco. Entonces, vi otra vez esa mirada, de desconcierto y severidad a la vez. El inspector no hacía más que asentir y mirarme de reojo. Yo en cambio estaba quieto por miedo a que intentará algo que no llegó. Cuando hubo colgado. Me miró de soslayo añadiendo.

-Tengo una mala noticia para usted Norte. –tragué saliva y antes de que continuara le conteste.

-No hay más mala noticia que la muerte…

-Exacto por eso le quiero decir que Armando a muerto- después de varios segundos de haber soltado la noticia, el comisario estaba con lágrimas en los ojos y aquel hombre del cual todo el mundo temía, pareció cualquier muñeco de trapo viejo.

-Y ¿Cómo ha pasado?

-Pues que se lo han encontrado en la puerta de su casa dentro del coche, con un tiro en la cabeza.

Había una cosa que no cuadraba, Armando y yo recibimos una llamada del comisario para que fuéramos allí sin más dilación y la casa de Armando estaba lejos de la Bonanova, tan lejos que estaba a unos quince minutos en coche del lugar donde lo mataron. En vez de decir nada, callé y a continuación solo pude consolar al comisario, que estaba desolado. Ahora en la lista de “pistas” estaba otra no menos importante que era como preparar la escena de un homicidio, escondiendo posibles pistas.

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