martes, 13 de mayo de 2008

Sombra del pasado capitulo 6º

6.

De las muchas ideas que ahora me estaban martilleando en la cabeza, estaba barajando varias posibilidades. Y lo cierto es que solo tenía dos; una me llevaba a pensar en un ajuste de cuentas entre armando y alguien al cual metió en prisión hacía un tiempo, y otra simplemente me llevaba a pensar en que era un manto de narcotraficantes que por error le disparó a la cabeza, pero a la cual más absurda. Porque ninguna de las dos me llevaba a entender que el asesino supiera donde vivía mi compañero, pero lo cierto es que todo estaba premeditado. El cadáver, las pistas, el lugar, la hora, y sobretodo que el asesino (mano negra, sombra voluptuosa y fugaz) dejó que estuviera allí para presenciarlo, para que así, cuando lo encontraran, yo lo desmintiera, y me cayera el pato. Que fuera sospechoso, número uno, era un juego vulgar y sucio a la vez.

Había pasado una semana desde la muerte de Armando, pero en la comisaria, aún brindaban por su muerte, en forma de luto y con un silencio sepulcral. Muchos de los compañeros me dejaron de hablar, porque Luis Luceras les explicó que la última vez que lo vio vivo, iba junto a mí en el coche, pero aunque me limpiase la sangre del inspector, aún brotaba por mi cuello esa purga, de la cual solo podía salvarme la solución del caso.

Gutiérrez no hablaba, y pocas veces me dirigía la palabra, pues me enviaron de nuevo a objetos perdidos, pues la comisaria por completo no veía con buenos ojos que un hombre que no podía tener compañero, siguiera ejerciendo como si tal cosa hubiera pasado.

Hasta que un buen día me desperecé y me acerqué al laboratorio de Luis Luceras, para tener más información sobre el caso, la policía cuando tenía sus hábitos, yo tenía los míos, así que me dirigí hasta la casa/laboratorio del forense.

La casa estaba por la zona entre Marivent y Cala Millor, con unas vistas que, las desperdiciaba por trabajar las veinticinco horas del día, y apenas salía ya que dentro del laboratorio tenía de todo, así que toqué varias veces, pero nadie contestó, así que volvía tocar hasta que me dolieron los nudillos, pero nada. Me apoyé un momento en la puerta, y esta cedió, así que entré. La sala principal seguí siendo de ese blanco que duele a los ojos si no estás acostumbrado, y seguía por ese pasillo que me obsesionaba, porque no llegaba a entender, toda esa obsesión por la muerte. Así que me quedé esperando alguna cosa, aún no sé muy bien que esperaba, pero me quedé en la sala esperando un halo de luz que alumbrara las sospechas.

Solo había una mesa, llena de revistas de antropología, una silla, un sofá y al fondo de la sala, un ordenador que brillaba con luz tenue en la habitación. Sé que un tiempo en adelante me arrepentiría de lo que estaba haciendo ahora mismo, pero ahora era ahora y no había mucho más que hacer, así que me fui directo al ordenador, para curiosear, aunque fuera en los cajones de debajo del mueble, por si había visto posible esta situación y había puesto alguna contraseña rara o algo por el estilo.

En la pantalla brillaba un documento que ponía lo siguiente:

Mallorca, Mayo de 2008, aquí reza mi informe, sobre la muerte del inspector Armando Barajas.

De entre los múltiples moratones que he encontrado mediante todo el cuerpo, he podido apreciar una perforación craneal donde después de estar investigando, he podido comprobar que fue por culpa de una bala del 7,62 x 54 R que pertenece, sin lugar a dudas a un rifle de procedencia rusa, que fue muy utilizado en la segunda guerra mundial, el arma utilizada responde bajo el nombre de Mosin-Nagant (en ruso: Винтовка Мосина) es un fusil militar accionado por cerrojo, con cargador de cinco cartuchos, que fue utilizado por las fuerzas armadas de la Rusia Imperial y más tarde la Unión Soviética y diversas naciones del bloque oriental. No sé mucho más sobre el tema, pero por eso me voy a coger información a tiendas de antigüedades y otros coleccionistas. Señor Gutiérrez me complace decirle que al no ser la primera información que le entrego bajo mano, tampoco he dicho nada a Norte para que no se preocupe, puesto que a mí también me preocupa su situación. Un saludo cordial L.L.

Había algo que no cuadraba, ¿por qué se tenía que preocupar el comisario Gutiérrez por mí? ¿Qué hice que no cuadraba muy bien por donde fuera? Armando muerto y yo haciendo el papel de cero a la izquierda. No me gustaba la idea, pero tenía que seguir investigando por mi cuenta.

De pronto oí la puerta abrirse a mi espalda, no logré cerciorarme de quien era, pero basto un gesto para adivinarlo enseguida. Su silueta era inconfundible y esos cigarros que siempre fumaba también eran inconfundibles. Era el comisario Gutiérrez que se dejó caer por el laboratorio.

-Vaya, vaya, mira que pajarito a dejado caer por aquí.

-No es lo que parece.

-Entonces, dígame ¿Qué es lo que parece?

-Pues parece que estoy robando información a la policía, pero simplemente la estoy ojeando.

Al comisario no le hizo tanta gracia, como me esperaba, pero al menos cogió la silla y se sentó enfrente mía como si estuviéramos en la sala de interrogatorios, a punto de sacar una confesión, de las que el comisario era tan popular, pero en cambio, me miraba a la cara con nostalgia.

-Norte ¿Qué es lo que hace aquí?

-Simplemente quería respuestas, y como sé que ni usted, ni ninguno de la comisaría me las darán entonces, aunque parezca hurto, rondo por estos lares que son la libertad y alguna que otra vez el libertinaje.

-Pues no esté mucho rato buscando porque no encontrará mucha cosa, Luis Luceras está en la comisaría prestando declaración puesto que dice que le han sido robados unos documentos, en los cuales residían todos los detalles de la muerte de Armando, menos mal que comisaría tiene los originales, y el ladrón solo tiene copias que archiva nuestro forense en casos como el que le estoy contando.

Entonces se giró, y sin decir más se levantó de la silla y se fue acercando a la puerta cuando un impulso me ayudó a articular una frase que tenía ganas de hacer, pero no me atrevía.

-Comisario, ya que estamos tan sinceros unos con otros ¿por qué no lo es usted conmigo ahora? Me gustaría contestará unas preguntas, y no tipo test sino en largo y tendido, que no hay prisa, y tampoco nos espera nadie.

Taciturno, se giró, se volvió a sentar y de entre otros muchos recuerdos, no recordaba nunca haber visto a alguien con esa mirada, distante y triste a la vez. Empezó a entonar, mediante pequeños recuerdos lo que iría siendo el caso que me agencié en un futuro.

-Mira Norte no sé por dónde empezar. Todo empezó cuando era un simple policía de a pie, cuando estaba bajo la tutela de tu tío, el gran Norte Sambead, que no descansaba más que para ir a acompañar a tu padre en paz descanse, en sus últimos meses de agonía, pues sabrás que tu padre era un psicólogo sin igual, que usaba la palabra cuan bisturí y el sarcasmo cuan radial, era un médico con mucho nombre.

“Entre los dos resolvieron muchos casos, entre lo listo que era tu tío y mediante las dotes psicológicas de tu padre, descubrían todo tipo de crímenes imposibles para cualquier ojo, pero los años fueron pasando y tanto tu padre como tu tío se fueron distanciando poco a poco. Tu padre ya había dejado de ejercer desde hacía años, para dedicar toda su vida a una ilusión que nunca llegaría ser feliz mediante el alcohol. Tu tío en cambio siguió subiendo como la espuma, tras la sombra de tu padre. Hasta que a los pocos años después tu padre murió de cirrosis y tú te fuiste a vivir con él. El que serías, después de mucho tiempo, una sombra inexistente, ya que no queríamos ninguno en la comisaria, ni siquiera Sambead, que ejercieras en los casos de asesinato o tuvieras que ver como inspector de policía. Pero a mí me sabía mal, echar a perder una mente tan prodigiosa como para tenerla detrás del mostrador de objetos perdidos. Así que un día, después de desayunar con tu tío, me puse en contacto con Armando Barajas, conocido inspector de policía, y le comenté a ver si le apetecería trabajar con un Sambead. No fue muy difícil de convencer, puesto que dijo que si desde el principio, además al ver tus calificaciones en los exámenes de la facultad de criminología, permíteme que te alabe, porque es el examen más fascinante que he visto en mi vida, cien páginas para explicar la primera pregunta. Allí fue mi primer amago para decirte que trabajarás bajo la tutela de Armando, pero tanto el momento como tu tío no se llegaban a presentar, hasta hace exactamente diez días, cuando el asesinato del ejecutivo de San Miguel, donde viendo la profesionalidad que presentabas bajo el estrés de la situación, se me puso el vello de punta.

“Cuando tanto Armando como tu llegasteis a la oficina del muerto antes que nosotros, me extrañó un poco, pero no comprendí nada, hasta que no até cabos desde un principio. Me puse en contacto con Luis, y me comentó un no sé qué de una caja de madera, idéntica a la que tu padre utilizaba para guardar las plumas, con las que escribía. También estuve investigando a fondo, en la muerte de tu padre, que no me llevo a más salida que a paredes tapiadas que no dejaban ver más luz de la necesaria, hasta que tanto Luis como yo encontramos a antiguos compañeros de tu padre. De estos no pudimos sacar mucha información más que, y escucha bien esto. Tu padre en realidad no está muerto, se dejó perder entre los bulevares, durante meses, hasta que cogió entre comillas la apariencia de un vagabundo. Hasta que la sociedad lo dio por muerto el no descanso, te dejó a manos de un hermano querido y te dejó entre sus cuidados, olvidando cualquier resquicio de un pasado que difícilmente puede recordar cualquier persona.

-Esta muy bien esta historia, pero no me creo ni la mitad de lo que dice, mi tío es cierto que ha sido y será siempre un policía reconocido entre muchas personas, pero lo que no me acabo de creer es como mi padre acabo siendo un borracho si según usted era un psicólogo de nombre.

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