lunes, 28 de julio de 2008

Conóceme VI

B

ueno, como he dicho anteriormente, esta historia no es solo mí, es de mis compañeros, amigos, camaradas, en otras palabras, es nuestra historia, no solo mía. Aunque me pese, tendré que dejar muchos temas a medias, pero otra cosa que os gustará será conocer como son en realidad mis amigos. Para abreviar cada uno es un mundo, con cosas buenas y cosas malas, como todos en general. Pero ciertamente si tengo que hablar de alguien desde un principio es de Pedro.

El señor, aunque de señor apreciareis que tiene muy poco, Pedregosa, más conocido como triángulo. Este personaje, digamos que lo tiene todo muy claro; a partir de sus dieciocho años empezó a tener hijos, de distintas madres, eso sí todas casadas o recién divorciadas. Por si no lo pilláis aún, Pedro Pedregosa es uno de los vendedores de colchones más buenos que tiene su empresa.

El caso es que el día en que me echó mi mujer de casa, me fui directamente al almacén que tiene él, y aunque me cueste admitirlo, no costó mucho convencerlo, basta decir, que empezó a reír y a decirme.

-Te vas de tu casa, para venir al harem del tito Pedro. Que pillo.

Bueno, lo de harem lo tiene, sobre todo si tenemos en cuenta toda la arena que deja los días en los cuales me dejan solo, y se van a hacer “ejercicio” en la playa.

Otro inconveniente es que todas sus compañeras, son básicamente burdas borrachas que suele encontrar en los bares medio groguis encima de la barra, las encandila y se las trae. No sería la primera vez que me propone un trío, ni la segunda. Pero eso sí, siempre queda como un señor. Porque después de acabar tras la noche movidita, se acaba fumando un buen puro, del cual apesta toda la casa.

Casa que aunque vivamos los dos, el único que limpia soy yo. Porque hay veces que me encuentro dentro del lavavajillas, los consoladores de sus amigas. Regalo, que cuando te sueles levantar a las ocho como una persona normal, lo que no te esperas encontrar es, concretamente, un consolador, como mínimo.

Tenemos televisión por cable, pero sinceramente, parece la tele de un Sex shop, porque solo hace que consumir porno.

Las cervezas, las abre con el ombligo, y los cigarros los aplasta con el pie, en la bañera. Este, a groso modo, es mi compañero de piso. Creo que se me olvida algo, pero bueno como hablaré largo y tendido sobre él. Pues lo dicho, lo iréis conociendo.

El día en el que Charlie hizo la propuesta de cambio, Pedro fue de los primeros en quejarse que no tenía que cambiar nada, pero bueno, recapacitando o no. Le empezó a dar vueltas al asunto. Y a escondidas en casa. Me dijo.

-Oye Armando ¿tú crees que tendría que cambiar algo?

-¿Me lo dices mientras cagas?

-Claro, es el momento de echar al váter todas las ideas que me corroen, y esta es una de ellas.

-Hombre algo tienes que cambiar, claro está como todos. Si quieres, quédate, yo que sé, con lo de las mujeres guarras y borrachas que sueles traer noche tras noche, y sobre todo respeta también la decisión que tome Ricky, si es que algún día… Ya me entiendes.

-Ese maricón de mierda, ni que se me acerque. Ya bastante hago, en verlo, cuando quedamos todos.

-A ver, tú me has dicho lo del cambio, eso significa, que te lo estas planteando ¿no es así?

-No, es simplemente porque estoy en el trono, y eso me ayuda a pensar.

-Piensa, en tus hijos ¿Cuánto tiempo hace que no los ves?

-Hombre, tampoco hace mucho… Debe hacer como- Se oyó un buen pedo, de esos que hacen historia- dos o tres semanas.

-Si te refieres a cuando te trajiste a esa bailarina de cabaret de los años veinte, toda arrugada, el que estuvo con ellos en todo momento fui yo, no tú. Y de aquí a que las madres los vuelvan a dejar contigo lo llevas claro.

-Eh, un poco de respeto, que tampoco era tan vieja… Debía tener sesenta años, pero no hay nada comparado con el amor maduro.

-Pero si no la has vuelto a llamar.

-Ya porque, no veas me la estaba chupando y se me quedó la dentadura, como un piercing en la polla, es de lo más raro que me ha pasado con una mujer.

Si, sus amigas, al igual que él eran unas mujeres más bien tirando a guarras. Hubo una de ellas que utilizaba un producto, un tanto particular. Al cabo de dos meses de oler raro, me acerqué a ella. Y le pregunté con toda la educación del mundo.

-¿Con qué coño limpias nuestra casa?

-Pedro dice, que el mejor amoniaco es el propio pipi.

No sé cuantas veces, he oído “Pedro dice”, pero si me dieran cinco céntimos por cada vez que me lo dicen, sería multimillonario.

Creo que para que os hayáis hecho una idea de cómo es mi compañero de piso, es básicamente ligero a lo que estoy pasando yo. Imaginaos sumarlo por una millonésima parte y multiplicado por mil, entonces os aproximaríais a lo que estoy pasando, en estos momentos. Que porque no me voy, pues muy fácil porque, no quiero demostrar que soy un cobarde, delante de los demás. El día que me vaya de su casa, habré demostrado, que lo de mi ex mujer y yo es definitivo, por ahora solo es una bronca pasajera, que ya dura los dos años casi.

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