sábado, 19 de abril de 2008

Sombra de un pasado 3º

3.

Cuando salimos de la casa, justo cuando sacábamos los cuerpos en las camillas, algo cayó al suelo, con un sonido metálico. Tanto Armando como yo nos miramos, esperando que fuera una pista más de ese “hombre” que nos dejaba migas de pan por todo el camino, que era nueva investigación.

Esperamos por mutuo acuerdo para poder pillar ese fragmento metálico fuera lo que fuera. Dejando pasar a todo el mundo, como buenos hombres, niños que no habían roto un plato nunca. Entonces se acercó Luis Luceras.

-Bueno chicos, os preparo la carne y venid luego a probarla, o examinarla, vosotros decidiréis vuestro camino.- Entre risas y guiños se fue, sin dejarnos con muy buen sabor de boca sobre su comentario de gourmet cárnico.

Esperamos como media hora más, y cuando todo el mundo se fue, empezamos, nuestra pequeña búsqueda sobre ese objeto que cayó sonando a metal. Buscamos en la acera, en el asfalto incluso debajo de algunos coches de la zona, pero no encontramos nada; incluso perdimos algún que otro botón de la camisa. Pero no encontramos nada. Desilusionados por no tener nada, Armando recibió una llamada procedente del laboratorio. Al recibir la llamada, contestó indiferente, incluso podría decir indignado, pero en el transcurso de la conversación le empezaron a brillar los ojos e incluso me sonrió y guiño un ojo en forma de aceptación, fue, por un momento un niño de unos cuarenta años. Al colgar seguía con esa mirada, le relampagueaban los ojos.

-Era del laboratorio que tenemos que ir inmediatamente que han encontrado unas bolas metálicas dentro de los cadáveres.-No me lo podía llegar a creer, ya no era simplemente una bola, si no varias, no creía que fueran más migas de pan, si no algo relacionado con la investigación.- A por cierto todas las bolas tienen una “N” inscrita en el centro de la circunferencia.

Ya no sabía que pensar, la cabeza me daba vueltas, y no podía pensar; parecía como si estuviera en un laberinto del cual no pudiera salir, sonde miles de espejos sacaran réplicas mías por todas partes y yo de mientras en el centro de la sala aguantando las risas de esos reflejos inertes e inanimados. Armando en ese momento me estaba comentando no sé muy bien el qué, pero ciertamente no lo estaba escuchando en absoluto.

No estaba entendiendo nada, ciertamente todo me venía muy grande. Hacía menos de tres horas que estaba en el cuerpo de la policía como investigador después de estar seis años en objetos perdidos y encima me asignan al gran Armando, uno de los genios del cuerpo, era inimaginable que estuviera donde estoy ahora, tanto tiempo buscándolo y ahora que lo tengo ni me lo creo.

-Despierta Norte que hemos llegado- sin darme cuenta se ve que me quedé dormido, normal después de tener seis años de monotonía tórrida, a moverme del sitio, no estaba acostumbrado, pero realmente ¿me acabaría acostumbrando? No lo sé en este momento, y la verdad importa poco.

Me levanté a duras penas, y miré a mi alrededor, el camino se me hizo largo porque no fuimos a la comisaria, si no que fuimos al forense, que se encontraba a las afueras de Palma, al lado del Dique del Oeste, un sitio raro, pero como el forense también era raro, ya ni preguntaba.

-No te asustes, cuando veas la habitación de Luis, no es un laboratorio, parece más bien un museo inanimado- me hizo un gesto como decir “entiéndeme, es un tío muy raro”, yo le sonreí, pero no me imaginaba que me encontraría, estaba como asustado, por ver que habría dentro.-Es taxidermista en sus ratos libres, no te preocupes, y perdón si te asustado antes, el simplemente trabaja y vive por los muertos, ya sean personas o animales. En otras palabras es Luis Luceras.

-El que viste y calza, y si no entráis, os va a entrar a empujones porque la sala de autopsias se me calienta, rápido.

Lo cierto es que cuando entramos, me esperaba encontrar miles de ojos observándome, desde cualquier rincón de la casa, estudio o lo que eso fuera. Todo era de color blanco inmaculado, y olía a limpio y a liquido de embalsamar, cosa que no entendí muy bien ese olor al principio. Seguimos por una sala grande, hasta llegar a un pasillo, muy estrecho y largo. En él había como mínimo cuatro puertas en cada lado, todas con nombres. Una ponía taxidermia, otra ponía funeraria (eso explicaba el liquido de embalsamar), en el otro cocina, comedor, laboratorio, habitación, sala entomológica, biblioteca y por último al fondo, la morgue. La única sala de la casa de color azul.

-Bueno perdonad chicos pero he tenido que dividir los restos encontrados en varios contenedores, porque había como mínimo siete cuerpos, enteros en ese refrigerador, una burrada contando que les faltan tantos órganos…

-No te líes y explícanos lo de las bolas encontradas dentro de los cuerpos.

-Ah, es cierto, perdonad, es que estoy emocionado, el que ha hecho esto es un experto.- nos acercamos a la sala azul, donde había dos contenedores llenos de lo que se podían contemplar unos cuerpos putrefactos, imperfectos e incompletos.- Veis en una parte he separado las masas dérmicas- nos señaló el contenedor más abultado de todos, del cual sobresalían las piernas de alguno de ellos- allí en ese rincón, he puesto los órganos restantes- no, os explico lo que hubo allí porque tuve que salir- y por último acompañadme al laboratorio, que es donde tengo el plato fuerte, las famosas bolas N, como yo las llamo.

Seguimos como obedientes niños, a un macabro médico que es cierto que vivía para los cuerpos ya muertos. Y llegamos a la sala que debía ser más grande que la morgue. De color blanco, estaba toda equipada con material de investigación; no me extraña que la policía muchas veces trabaje únicamente para Luis Luceras. Es un hombre que se toma las cosas de la muerte muy en serio.

-Mirad- nos señaló las bolas, debía haber como nueve bolas, se agachó como un hombre que se queda admirando el césped recién cortado- son del tamaño de una bolas de pinball y todas ponen N, ¿Cuál es la incógnita aquí? La incógnita simplemente está en que las bolas todas y cada una de ellas fueron encontradas en la tráquea de los cuerpos, y tienen como una grieta al lado de la N, todas y cada una de ellas son una especie de mural- en realidad había diez bolas, tanto Armando como yo lo sabíamos, lo que no sabíamos era donde estaba la décima, pero mientras estábamos escuchando la explicación- son bolas de plomo ni más ni menos, mira coged una- me pasó una que sin querer se me cayó al suelo.

A medida que la bola iba cayendo estaba pensando que tuve la culpa por ser tan torpe, pero también estaba pensando que igual conseguíamos algo, no sé exactamente el que, pero algo seguro. Al llegar al suelo, la bola se partió en cuatro dejando ver un papel dentro donde citaba una frase que decía así:

El peso de la conciencia pesa, no desistas Norte

-Yo a ti te mato ¿Qué coño es eso?- preguntó Luis.

-Vale, no digas nada, pero necesitamos romper las otras ocho, aunque nos falte algún fragmento de la frase.

-No os entiendo ¿qué queréis romper pruebas policiales? A mí me contáis lo que está pasando, ahora mismo.

Se lo contamos, sin que apenas parpadeara, sin dar crédito a lo que estaba oyendo en ese momento, pero empezó a atar cabos, por eso entendió el que llegáramos antes que nadie a la escena del crimen.

Así que nos ayudó a romper las demás bolas. Una por una fueron cayendo y rompiéndose dejando ver en su interior un papel con un mensaje corto que todo junto decía.

El peso de la conciencia pesa, no desistas Norte que aunque el tiempo nos haya separado, necesito que me encuentres, a base de pistas te guiaré un camino hacía mi, sigue tus corazonadas y encontraras la verdad, no soy malo simplemente soy…

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