jueves, 17 de abril de 2008

Una mujer

Esta es la historia de un simple chico, en un simple pueblo con su simple pasado y su simple familia. Se llamaba Néstor y era conocido por todos como el chico más simpático de todo el vecindario.

Era de una casta poco corriente, educado pero apenas tenía modales a la hora de comer, comía demasiado rápido, y tampoco cuando tenía que jugar con los otros niños, tenía 16 años pero parecía que tenía 13, porque su cara no había pasado la adolescencia aún.

Un buen día, allí estaba ella UNA MUJER como le había explicado su padre años atrás. Un padre que tenía la fea costumbre de compararlo con los demás chicos del barrio tipo “mira ese que músculos tienen y tú en cambio te quedas aquí sentado esperando a que te lleguen”.

Estaban cruzando la acera cuando se dio cuenta por primera vez de lo que tenía enfrente suyo, después de escuchar a sus primos de unos veintitantos hablar maravillas de esa fruta prohibida que aún eran para él, las mujeres. Ahora tenía una enfrente.

Con una cabellera larga y negra como el carbón, y una piel que le hacía la competencia al blanco de la luna y las estrellas, unos ojos verdes asomaban en las que raramente Néstor se fijaba, al estar en un colegio de curas, como su padre, tenía que seguir tradición.

Tenía una nariz pequeña tal vez un poco chata, unos labios rojos como el carmín o las rosas que recibía su madre el día de San Valentín de su padre.

Una figura esbelta, como la de una muñeca, unos pechos que no eran ni grandes ni pequeños, una cadera ya marcada por la adolescencia, y unas piernas que parecía que nunca terminaban, ya que su fin era un tacón muy alto.

Néstor prometió volver a la ciudad cada día para poderla ver y poder contemplarla sin que ella se enterara claro está.

Pero pasaron unas cuantas semanas antes de que tuviera coraje para entrar en la tienda y preguntara por la chica que estaba al lado de los mostradores, la morena con los ojos verdes, penetrantes. El tendero le contesto:

-No creo que te conteste.

-¿Por qué está comprometida? No, ya esta, es sordomuda.

- No, simplemente es un maniquí.

Ese chico era yo, creo que nunca podré olvidar ese cuerpo, esa mirada, esos gestos, y cuando aún paso por la tienda, sigue allí rígida, lo que ya ni miro porque el tendero después de 16 años aún se ríe cuando me ve pasar, pero yo sé que mi Carmen siempre será mía por mucho que se exhiba ante miles de miradas diarias, será mía.

1 comentario:

mariloli dijo...

si ya sabía yo que rarito lo eras un rato y que la fortor hace mucho en cuanto fijarse bien en lo que tienes delante. Besos para mi niño rarito