viernes, 11 de abril de 2008

Sombra del pasado capitulo 1º

1.

Una página en blanco, siempre es una página en blanco hasta que alguien escribe, o dibuja en ella. Hay algunos que solo con garabatear su interior, se sienten satisfechos, y otros que no solo con completar ese recipiente que es la página no están del todo seguros. Gente que por el contrario, las usan para lo mínimo, y otras por el contrario para limpiarse las manos.

Algunas veces pienso que no obstante la vida es un vacio sin ningún tipo de objeción, y otras en cambio que lo que uno necesita, lo toma prestado y ya está.

Este pequeño prólogo sirve para explicar quien soy en realidad, un simple empleado de una pequeña comisaria de la cual no he ascendido nunca y tampoco espero hacerlo, mi nombre aunque irónico es Norte, y aunque a mí me falte no significa que ayude a encontrarlo a otras personas.

Trabajo en objetos perdidos, aunque mi entusiasmo es algún día ser como una especie de Dupin o algo parecido al gran respetado Holmes o algún otro personaje de ficción del cual se haya llevado muchas medallas en la vida. Después de este paso que es la envidia –o al menos mucha gente lo pensara- debo decir que soy feliz, teniendo en cuenta que estudié criminología y he acabado siendo un criado por así decirlo.

Mi historia empezó de la siguiente manera:

Todo esto sucedió una mañana totalmente soleada, que con eso no quiero decir que fuera agradable si no que era agobiante, cuando en la comisaria recibí un paquete que ponía que se había encontrado en las cercanías de la calle San Miguel. El paquete no media mucho más que un lapicero de madera, cosa que pensé que no llamaría mucho mi atención, caso fácil pensé.

Pero cuando hice la comprobación de lo que había dentro encontré una dirección y una nota a mi nombre que decía “juguemos, sé que buscas emociones fuertes y yo te las daré, por eso sigue la dirección de mi dedo, ese será mi cometido, iré dejando pistas para que algún día me encuentres Norte”.

Al leer eso creí que muchos de los policías de la comisaria se reían de mí por tener una vida como rata de biblioteca de la cual siempre me seguiría fuera donde fuera. Llamé enseguida al comisario Gutiérrez para dar parte del descubrimiento que había hecho, pero de camino al despacho encontré más actividad de la normal, aunque era extraño también me gustaba ver a la gente trabajar una vez en la vida en vez de comer napolitanas de chocolate, y reírse de mí como la mayoría de días.

Al llegar al despacho encontré al comisario mirando unas fotografías y cuando me vio entrar enseguida me hizo pasar, cosa que nunca antes hubiera hecho. Aunque emocionado, guarde las apariencias, me senté y eche una mirada de reojo a las fotografías y en seguida entendí que era lo que sucedía, se había encontrado el cuerpo de un ejecutivo apuñalado en la plaza de la calle San Miguel.

Hubo un momento un tanto incomodo en el cual no sabía si el comisario me había dejado pasar porque creía que era su secretaria o bien porque no prestaba la más mínima atención de lo que sucedía en su alrededor. Hasta que de pronto escupió:

-Norte, creo que no te das cuenta de la situación, después de tanto jaleo necesito hasta la última rata trabajando en este caso, bueno he pedido por ti porque sé que estudiaste criminología.- En ese momento no sabía si estábamos en 28 de diciembre o simplemente era la típica broma de departamento, contando también con la nota en el lapicero.

Mientras estaba hablando el comisario recibió una llamada, y entre fruncir ceños y mirarme por encima de sus gafas de lector mediocre de revistas del corazón y otras cosas así, cogió un bolígrafo y apuntó “acércate al despacho de Armando y llévale un café con mucha leche”.

Armando, era, en realidad sigue siendo una de las mentes más retorcidas y brillantes de todo el departamento. Gracias a él aún recibíamos cartas de amenazas de muchos convictos que fueron encarcelados gracias a su ayuda. Era delirante y muy introvertido, no confiaba en nadie más que en su sombra, y muchas veces hasta le preguntaba a ella.

Así que, me acerqué a la primera máquina de café que vi que funcionara y apreté los botones mágicos, CAFÉ CON LECHE y luego EXTRA DE LECHE. Estuve esperando unos treinta segundos mientras por la cabeza me pasaba todo tipo de preguntas para hacerle al entrar por la puerta, y CHOF, ese ruido era la cucharilla que me avisaba de que despertara de mi ensimismamiento. Cogí el café y me acerqué a su despacho.

Dentro no había más que siluetas de máscaras y otras cosas que pertenecieron a los aborígenes de alguna tribu lejana, un ocio que nunca he entendido muy bien. Estaba repleto de extraños cuadros hechos por manos de niños massai o algo así. Una mesa en medio del despacho creaba un ambiente un tanto dominante. Y detrás estaba él haciéndome señas para que pasará y señalándome la taza de café, estaba hablando por teléfono, supongo que con Gutiérrez, porque no hacía más que repetir sí señor, no señor. Cuando después de un rato largo de haberme tenido allí sin hacer nada, colgó.

-Mucho gusto de conocerte; seas quien seas me calma tu compañía, y bien ¿tú eres?-sorprendido tras tanta espera por nada, cogí la puerta y la abrí en plan tierra trágame, cuando de pronto, se oyeron carcajadas desde dentro y seguidamente- Norte, que era broma, le he dicho a Gutiérrez que te mande porque quería hablar contigo- me quedé doblemente sorprendido.- Así que sé buen chico, siéntate, y enséñame eso que tienes en la chaqueta.

A ver como os sentiríais vosotros si un hombre como Armando Barajas diera por sentado que tienes algo “importante” en el bolsillo de la chaqueta. Yo ya me había olvidado de que llevaba el lapicero. Así que lo saqué un poco con miedo al qué pensaría, si se echaría a reír o se lo tomaría en serio.

El caso es que lo estuvo mirando un buen rato, luego me lo devolvió y me guiñó el ojo.

-¿Te has fijado que marcas más raras tiene la base?- negué puesto que solo lo había abierto- ¿tenía algún mensaje dentro del recipiente?- en ese momento estuve pensando que contestar.

-Tenía un mensaje pero está en mi oficina. Señor perdone que le pregunte pero ¿para qué puñetas sirve todo esto, es simplemente un malentendido, seguro.

-Bueno sé que usted de joven hace unos diez años estudió criminología y que gracias a su tío pudo trabajar tras las trincheras, pero no obstante donde quería terminar, así que ahora viene mi propuesta ¿quiere trabajar para mí? Me hace falta alguien que me acompañe, un Watson ¿comprende? Sé que igual le pillo por sorpresa y estará pensando es que porque yo si hay mucha más gente con más experiencia que yo y todas esas tonterías, pero usted es especial, usted tiene un prueba del caso de San Miguel, usted es el objetivo.

Basta decir que me temblaban las piernas y ni siquiera podía pensar, sudaban las palmas de las manos, y mi frente parecía una fuente de chorro grande. Tanto que de las manos se me resbaló el lapicero y este cayó al suelo partiéndose en tres partes. Una el compartimento donde estaba la nota y la otra dejó ver una llave y el DNI del ejecutivo muerto, con dirección teléfono etc., etc.

-Bueno creo que después de esto dirá que si a mi propuesta, porque tenemos que ir a revisar lo que abre esta llave.


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