lunes, 1 de septiembre de 2008

Conóceme XXVII

R

icardo nunca admitió su verdadera condición a sus padres, por miedo al que pensaran y otras cosas, pero se le notaba que al bajar de casa de sus padres había un brillo en sus ojos como nunca lo había visto antes, era feliz, por primera vez en su vida. Tenía amigos que lo apoyaban en todo, tenía a Héctor que le ayudaba en cuanto a pareja, tanto profesional, como sentimentalmente hablando. Las cosas le iban bien, pero siempre había algo por lo que no quería enfrentarse y me enteré cuando no teníamos más compañía que las luces de neón que nos rodeaban por la calle de madrugada. Era un chico inquieto con una mentalidad constructiva para todo, incluso para él mismo.

-Armando agradezco el que me hayas acompañado y, te pido perdón por todos los comentarios soltados por mi padre y mi madre hacia ti. Lo siento de todo corazón.

-No pases pena, me esperaba algo peor… no te negaré que me sentido un poco violento cuando tu padre se pensaba que era yo tu pareja, pero por lo demás a salido como a pedir de boca, o sea a gusto de todos. Otra vez avisa a tu madre porque al principio se ha llevado un susto, pensaba que estabas mal.

-Ja ja, mi madre y su manera de ser, siempre se preocupa por los demás, no sé porque no voy a visitarlos más, supongo que el miedo muchas veces a hablado por mí, sin dejarme ver lo que había en realidad.

-La vida, Ricardo, como otras cosas, siempre es un enigma. Es como un partida de cartas, nunca sabes lo que te tocará… si ganaras o perderás y, te puedo asegurar que siempre hay un movimiento de vuelta, el cambio de una jugada, el cambio que estamos sufriendo todos.

Ricardo me abrazó y noté otra vez sus lágrimas caer mientras, de fondo se podía ver a un sol que quería entrar en escena, el amanecer ya estaba cerca y con ello las ganas de llegar a casa, abrazar a mi hijo y darle una pequeña escusa a mi mujer, pero algo me decía que no terminaría allí la velada.

-Verás, al principio creía que sería imposible- me comentó Ricardo.

-¿El que sería imposible?

-El que tú tuvieras sentimientos, te puedo asegurar que hace un par de meses hacia atrás, no te hubiera dicho nada de esto, ni hubieras sabido que Héctor en realidad es mi pareja, pero joder, has cambiado, has vuelto con tu familia, das consejos buenos, te seguimos y lo más importante es que no nos torcemos por el camino. Solo hay un pequeño problema.

-¿Cuál?

-Que no eres gay como yo, serías un buen novio porque te preocupas. Coñas aparte, eres un gran amigo Armando, sigue así- me volvió a abrazar y me besó la mejilla.

-Ahora tengo una pregunta para ti.

-Dispara, aunque me imagino por dónde van los tiros.

-¿Cómo es que te diste cuenta de que eras…? Ya me entiendes ¿te metiste un bolígrafo en el culo o algo por el estilo?

-No seas basto, lo mío fue más romántico. Supongo que el tener una prima un tanto putón, para que negar lo que es evidente, me servía para conocer chicos. Te puedo asegurar que pasaron muchos por su cama, pero hubo uno, solo uno, te lo puedo asegurar, por el cual mi prima y yo nos peleamos, era Víctor, un finlandés que venía a pasar el verano con su tía.

“La cosa empezó con el tira y afloja de siempre “ahí, que guapo eres” y otras cosas por el estilo. Tenía catorce años y creo que fue la primera vez que me masturbé pensando en un chico. Era rubio, alto delgado pero con unos músculos protuberantes, era un chico con un cuerpo danone, pero solo había un problema y, es que le gustaba mi prima Eva. Dejé pasar el tiempo, sabía que mi prima no aguantaba dos polvos con el mismo chico, y con este llevaba unos diez, lo sé porque me lo contaba él, a escondidas de ella, cosa que a mí no me importaba lo más mínimo.

“A las dos semanas o así Víctor se presentó a la puerta de mi casa, no veas la emoción que me hacía, el chico con el que había estado soñando en la puerta de mi casa, inimaginable. Y encima yo no estuve preparado, porque iba con el chándal y un suéter bastante roído de mi padre, pero me las ingenié para arreglarme aunque fueran las legañas. Me fui directo al cuarto de baño, me limpié como pude la cara, me cepillé los dientes, aún llevaba el suéter de mi padre, pero me lo quité para salir con el pecho descubierto, para impresionar, otro día te explico eso. Salí escopeteado por la emoción y antes de abrir la puerta hice una pequeña inspección de mi aliento por si un caso, lo tenía bien, así que me dije “suerte y al toro” y abrí la puerta.

“Lo vi allí esperando con los brazos cogidos en la espalda como si esperara que sucediera algo, me acerqué a él y entonces fue cuando me regaló un ramo de rosas rojas, que aún guardo una en el ejemplar que tengo del principito. Bueno el caso es que nos besamos, pasaron siglos cuando estuve entre sus brazos, pero en realidad fueron minutos, antes de que nos soltáramos y despegáramos nuestros labios, vi aparecer en escena a mi prima Eva. Las flores en realidad eran para ella, pero la emoción me hizo actuar y fue solo entonces cuando demostré por primera vez mis sentimientos por un hombre, por Víctor. No lo he vuelto a ver, pero sé que él jamás se olvidará de aquel día que pasamos juntos.

-Si me dejas decir una cosa, yo tampoco lo olvidaría… entiéndeme que lo sacaste del armario, o eso es lo que me has dado a entender.

-Sí.

-¿No te sientes culpable?

-Para nada, he seguido recibiendo cartas de Víctor, ahora regenta como Héctor un bar de ambiente gay, y se ha vuelto una loca.

Pasaron otras cuantas carcajadas más, hasta que lo dejé en la puerta de su casa, donde llegó sano y salvo, como prometí el día anterior a Héctor. Por otra parte yo seguí mi camino, las calles ya estaban iluminadas por un sol radiante, me sentía bien conmigo mismo, pero veía que cada vez vería más cambios, mis amigos me contaban sus historias más íntimas y yo no podía hacer más que escucharlos y ayudarlos, eran mis amigos, pero ¿quién me ayudaba a mí? No había olvidado para nada a Blanca y palpitaban las ganas de verla cada día más ¿cómo conseguirlo? Un misterio por ahora.

No hay comentarios: