domingo, 31 de agosto de 2008

Cuestión de hacerlo

Era una noche perfecta para hacer todo tipo de cosas, como por ejemplo conocer a gente nueva. Ernesto era un chico de unos veintitantos, pero tenía una manía de conocer a todo tipo de gente y las conocía por chat, páginas especializadas en citas, etc. Resulta que aquella misma tarde quedó con una chica, no sabía mucho más que su nombre, pero le bastó. La chica en cuestión se hacía llamar musa perfecta y por lo que pudo leer, era un prototipo de artista en preparación, escribía, esculpía y que se yo cuantas cosas más, pero eso le gustó bastante, por eso quedó con ella.

Quedaron en un restaurante muy cuco que había en la plaza de España, era vegetariano y para Ernesto eso era nuevo para él. Nervioso y con mucho sudor en la frente, esperó en la parada de autobuses que hay enfrente de la plaza de España, habían quedado que se presentarían con un ramillete de orquídeas blancas, algo que ya lo desconcertó, puesto que no había pensado en detalle alguno, Ernesto era más de ir al grano. Esperó como un cuarto de hora y lo único que encontró fue a unas cuantas chicas que iban sin nada en las manos y una que iba con una flor pintada en el rabillo del ojo de un color blanco precioso. Él llevaba una flor en la mano, la miro con detenimiento, pero no era igual, así que siguió esperando.

Recibió una llamada en el móvil y cuando lo cogió vio que la chica del tatuaje o maquillaje, no sabría muy bien que decir, también estaba llamando, la voz del teléfono era femenina y no llegó a acertar el acento en el que forzaba tanto el español, no le había llamado nunca esa mujer, después cayó en que debía ser musa perfecta, colgó de inmediato y se acercó a la chica de la flor.

-Perdona ¿eres musa perfecta?

-Sí, soy yo ¿tú eres Chico guapo?

-Sí- Ernesto pudo dejar entrever que de sus mofletes aparecía un color tirando a rojo, la vergüenza. Ella, por otra parte era guapa, al acercarse vio que era un tatuaje, alguna creencia pensó, pero no le dio la más mínima importancia.

-Supongo que sabes que lo que llevas en las manos no es una orquídea blanca, es una simple rosa de color blanco, que no tiene nada que ver, es igual al menos te has presentado, es lo que importa.

Se fueron al restaurante, ella pidió una ensalada de pasta y él otra ensalada, pero esta vez de cuscús. Se fueron conociendo e incluso reían de muchas cosas que tuvieron que pasar para poder quedar aquel día, musa perfecta que aún no había dado su nombre verdadero, era una chica bastante extrovertida. Tenía un taller en la calle de los Olmos y un gato que cuidaba desde hacía un par de años al cual le llamó Van Gogh porque se lo encontró con una de sus orejas, arrancada de cuajo, alguna pelea o algo así.

Ernesto pensó en la posibilidad de terminar en ese taller “mirando sus bocetos” y degustando los labios de musa perfecta, pero por el momento aún estaban en ese restaurante comiendo ensaladas y conociéndose mejor.

-Perdón es que con todo el follón de encontrarnos, ¿Cómo te llamas? Para que veas que no va en mala intención, yo me llamo Ernesto.

-Yo me llamo Elsa y antes de que preguntes sí, mi abuela de parte de madre era rusa, por eso me maquillo en el rabillo del ojo esta orquídea blanca.

La velada terminó con un candente beso bajo las estrellas, él la acompañó hasta el taller donde ella trabajaba y allí se despidieron. Ernesto como no solía dejar las cosas a medias, le metió mano por debajo del suéter que llevaba, ella le quitó lentamente la mano de sus pechos y a continuación le dijo:

-Déjame, esta noche ha sido muy romántica, no quiero estropearlo con un simple polvo, pero si quieres podemos hacer el amor.

-Pero si es lo mismo.

-No, no es lo mismo ni por asomo, mira verás es que estoy haciendo un estudio, que me ha dado mi profesor de arte que consiste en: conocer a un chico, como tú y a la hora de las despedidas, como ahora. Que me haga una escultura, pintura o lo que él quiera que sirva como referente dentro de la sexualidad de la mujer.

-No entiendo, pero si quieres puedo intentarlo.

-Venga, sube.

-De acuerdo.

Subieron hasta, lo que logró contar Ernesto un tercero, es que lo de subir escaleras nunca se le dio muy bien, porque él era más de ascensor y cosas de estas modernas. Pero al llegar a la puerta donde tenían que llegar, vio que el sitio era el típico taller de estudiantes, donde todo está patas arriba y no hay orden ni desorden, simplemente un caos que lo envolvía todo. A los pies de Ernesto apareció un gato con una sola oreja, Van Gogh pensó él, quien si no. El gato solo hacía que acariciarse con su pierna, pero Ernesto no decía nada, se dejaba llevar. Levantó la mirada, para ver donde estaba Elsa, pero no la encontró, siguió adelante buscándola, pero nada, hasta que ella apareció detrás suya con un montón de barro.

-Ahora me gustaría que esculpieras lo que es el seño entre dos personas y luego me lo expliques yo, mientras voy a escribir un par de poemas.

Ernesto dejó alzar su imaginación y quería sacar algo artístico, pero claro al no saber muy bien qué hacer empezó a alargar la masa de barro, hasta que salió una especie de basilisco y entonces él pensó “mira esto es un pene”, pero claro era una representación de dos personas, una sensación, un motivo, un algo. Eso simplemente era un pene que nunca existiría, era una sombra de lo que quizá a él le gustaría tener, nada más. Tenía que pensar. Miró alrededor para hacerse una idea, coger algo prestado, en cuanto a imaginación se refiere, pero lo único que encontró fue a Van Gogh, cosa que no le fue muy bien, porque este solo quería jugar con Ernesto.

-Elsa ¿seguro que tengo que hacer esto? Es que verás no tengo mucha idea de esculpir y es que dejé de jugar con barro a los cinco años.

-Ernesto por favor ayúdame con el proyecto de clase es que si no me suspenderán y necesito esta nota buena. Al menos esta porque las demás no es que las lleve muy buenas.

-De acuerdo te ayudaré, pero dime ¿he sido el primero al cual se lo has pedido?

-No, se lo he pedido a unos cuantos, si no mira las paredes del taller y lo verás reflejado, es un estudio de estadística, y tengo que coger que tanto por ciento es romántico, salido o simplemente incompleto a la hora de describir sentimientos.

Él se giró para ver mejor los trabajos ya expuestos dentro del taller y casi todos eran pinturas, había varios diferentes. Como por ejemplo dos delfines entrelazándose, un árbol floreciendo, una mano acariciando terciopelo o lo que fuera eso, una lámpara dando luz a una habitación dejando ver a dos sombras en la pared besándose, etc.

La idea no le aclaró mucho las dudas, sabía que tenía que representar el acto sexual mediante barro, era difícil, pero tampoco era imposible. Así que se puso manos a la obra. Cogió el barro y empezó a modular su escultura, estilizó una figura de torso para arriba, eso era sencillo en parte, luego moduló otra enfrente, dejándola atrapada entre los brazos de la primera dejó entre ver que se viera un seno. Le llevó bastante tiempo pero al cabo de unas cuatro horas, al terminar la figura, llamó inmediatamente a Elsa para que fuera donde estaba él, para que le pudiera explicar que significaba todo eso.

-Y bien ¿Qué querías?

-Pues mira lo que he plasmado- le enseñó la estatuilla de dos ánimas de barro, donde la sensualidad podía más que la imaginación y a continuación añadió- te explicaría lo que significa, pero es que ahora mismo no me acuerdo. Bueno algo tiene que ver con que según nuestra biblia el hombre nació del barro o alguna otra religión, pues bien lo que vengo a entender yo aquí, en esta estatua, es que la sexualidad es una cosa innata, una cosa en la que nacemos sabiendo que sucederá, que igual en la sociedad de hoy en día hace falta algo más que pura atracción sexual, simplemente lo que vengo a decir ahora mismo, perdón pero estoy muy nervioso, es: Nos convencemos de que las personas son como imanes que se juntan por pura atracción animal, pero en realidad el animal es el que piensa así, nosotros nacemos con sentimientos, con un corazón que aparte de bombear, nos hace sentir, soñar, volar, crear, sentir. Perdón creo que me repito. Sé que igual me he portado algo grosero contigo antes de subir lo lamento, pero es que tienes un cuerpo, una sensualidad que te recorre, que no he podido resistirme. Supongo que como esta escultura te harán más, pero te la regalo, porque me ha dado que pensar y aunque vaya a nota por estadística como has dicho antes, espero al menos entrar en un uno por ciento de esa sociedad que se da cuenta de las cosas.

-Me has dejado… anomalada.

-Anonadada.

-Eso, ningún chico, para empezar, ha detallado mejor el sentido del sexo, cosa que tú, lo has sabido plasmar a la perfección. La sexualidad no es más que diversión entre dos personas, nada más, que sea divertido o no es otra cosa, pero el cariño, el efecto sensual, los sentimientos, todo eso se pierde y se tira por el retrete una vez empieza todo el festín de sexo lujuria, etc. Lo que quiero que vea la gente no es como me ponen nota, porque en realidad no es nota, si no simple ocio. Quiero conocer a chicos tipo tú para ver que tal llevan lo de los sentimientos. Necesito a alguien como tú, que me comprenda, que sienta latir todas las partes del cuerpo ¿Qué digo del cuerpo? Del mundo, que me haga sentir mujer y sobre todo que me respete y valore como lo que soy, no lo que le gustaría que fuera. Gracias por esta velada, te prometo que nos volveremos a ver, ahora márchate antes de que amanezca, como un amante veneciano.

Ernesto se marchó un tanto molesto, pero en cierta manera aliviado.

Al cabo de unas semanas recibió una carta en la que se le invitaba a una inauguración de una exposición en el gran hotel, el nombre que se podía leer al final de la postal era Elsa y un cuño de una orquídea blanca en el rabillo de un ojo. Encantado fue a ver la exposición, se llamaba “cuestión de hacerlo” y estaba lleno de gente con clase. Ernesto buscó y buscó, pero no encontró a Elsa. Entonces notó como el reflejo de un espejo lo cegaba, era Elsa dando señales de vida, alzó la mirada y allí la encontró, refugiada en una Ilíada de gente, le hizo señas para que fuera donde estaba ella. Él, subió guiado por el instinto y una vez arriba, solo entonces, vio la escultura que Ernesto había hecho con un letrero que dejaba bien claro que aunque no hubiese sido ella la autora, fue lo que la movió a hacer la exposición.

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