martes, 3 de junio de 2008

Lienzos

Me siento torpe, cual novel coge el coche, o primerizo al estar con una mujer, y no saber qué hacer con la situación. Estoy aquí enfrente de un lienzo blanco, el papel sin saber muy bien que escribir. Escribo palabras y podría escribir muchas más pero lo único que me dicen son tonterías, así que me siento pienso y escribo.

Pienso en plasmar a pinceladas el retrato de alguna dama, mejor no, está muy visto, entonces describiré como al cerrar los ojos sueño, los sueños no son ficción, a veces son cosas que hemos dejado a medias sin terminar, cosas que anhelamos hacer.

Entonces hablemos de sueños.

Veo un lienzo manchado de virutas de pintura, o manchas sin ton ni son, y entre esas manchas, se encuentra la silueta una silueta que me manda callar con un dedo enfrente de los labios. No tengo musa pero aparece una chica entre ese lienzo e inconscientemente, lanzo una jarra de pintura negra sobre el lienzo, tapando todo lo demás, y mientras veo que mi escenario se limpia por completo, entro otra vez en acción, y vuelvo a pintar esta vez hago una habitación oscura, ya que el color negro no me deja hacer mucho más.

Pero tampoco, de ella aparecen las arugas que me mandan borrar de nuevo. Así que esta vez cojo el blanco para reiniciar mi arte, que no es arte es simplemente que yo soy una persona que quiere enseñar al mundo que valgo para algo más que para servir a la señora, que valgo también para crear, pero por lo que veo, lo único que haré será estar postrado en un mundo de lujo, no por mí, si no el lujo de otro.

Así que me emborracho, cojo una botella del anís de mis amos, dejo caer toda la botella casi en mi interior, y entonces ya empiezo a ver doble, incluso triple. Entonces me doy cuenta de que no tengo solo un lienzo si no varios, pero caigo rendido, por el alcohol.

Al despertarme me doy cuenta que el cuadro o intento de cuadro, no está encima del caballete, que ha desaparecido para dar cambio por un sobre de color acre, y un dolor de cabeza que lo acompaña, apretando todas esas neuronas que no sabía que tenía. Abro el sobre y resulta que es de mis amos que me han despedido como criado, pero me contratan como pintor.

Que les ha gustado el cuadro, en un lienzo ya manchado, pues vale, quédenselo, yo no volveré a coger un pincel nunca más, en mi vida. Porque luego me acuerdo de la botella de anís y de cómo me siento en ese momento.

Sé que suena paradójico pero los sueños es lo que tienen no tienen ni pies ni cabeza, y por si os lo preguntáis, si esta historia la hice un día de borrachera, cenizas y humo que me hizo ver el papel como un lienzo largo, en el cual contar muchas anécdotas al mundo. Dejando atrás todo tipo de vergüenzas y otras cosas por el estilo.

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