sábado, 21 de junio de 2008

Anónimo

Como un cero a la izquierda, como una pequeña mota en un universo sin fin, pasan entre nosotros gente anónima. Este es el caso de nuestro personaje, que, pasa tan inadvertido en esta monotonía rutinaria que da pereza hasta mencionarlo. Simplemente deja volar la imaginación hasta el punto cúspide de su soledad, y la lejanía de un mundo que desde hace tiempo ya no pertenece a él, tanto si le gusta como si no.

Pasea, absorto entre sus cosas; vive en una burbuja de metal cristalizado, donde desde dentro puede ver lo que hacen los demás, pero no dejan que se acerquen a él. Es algo a la vez que singular, triste. No es que lo lleguemos a seguir con lupa, pero sí es cierto que llama la atención un alma en pena como el mismo, un anónimo dentro de un cuadro que no encaja, es como la pieza clave de un puzle que no puede ser terminado por razones, llamémoslas X.

Este chico, es único, deja tras de sí un abanico de dudas, que no permiten dejar de hablar de él. Aunque si es cierto que a veces se le puede ver hablando con otra gente aunque este solo.

Aunque parezca mentira, está rodeado por seres que el mismo ha creado, que le dan el calor necesario como para inventar historias, y otras situaciones. Por ejemplo una de las veces que lo vi, estaba hablando al lado de la fuente de un pasillo de hospital. Porque fue a ver un familiar. Y sin ton ni son, te mira mal en plan que no estoy loco, ni mucho menos, simplemente tengo amigos a los que son tan especiales como yo, y tú no los puedes ver.

Pero bueno, es el típico adolescente que se ve, por su manera de ser que era el empollón de la clase, que en los patios se quedaba para terminar todo tipo de trabajos que había dejado a medias, durante esas horas, que aunque fueran 60 minutos para él, para otro chico eran, esos mismos sesenta minutos como sesenta años que no hacían más que arrastrarse, y muchas otras veces llegar a parar sin que el propio reloj se diera cuenta. Desaliñado y sin más destino que llegar a marcarse el mismo el camino que desde pequeño le van diciendo que tendrá, lo único que consigue, teóricamente, cuando llega a esa adolescencia prometida. Donde tantas, y tantas esperanzas a llegado a desbocar, lo único que se encuentra es que le espera un futuro, aún más negro. Sus padres mueren en un accidente de tráfico, donde el único superviviente que hubo fue él, cosa que le dejará marcado de por vida porque iban a dejarlo a clase de piano. Sus amigos, si es que alguna vez llegó a tener, le dan la espalda, mucho más de lo que lo estaban haciendo ya. Sus tutores, tíos de parte de madre, aunque crean que no se da cuenta, él saben que le mantienen rencor, por haber matado a sus padres. Y desde un sábado de abril de no hace muchos años, empezó a desbocar su imaginación, a cultivarse como Dios manda, a ser de verdad un cero a la izquierda, una mota de polvo que no pinta nada. Pero entonces aparecieron ellos, unos amigos invisibles que solo podía ver él. Solo que había un problema, y es que al principio, al no saberlo, a veces se asustaba, al ver que tanto sus amigos como él, parecía mentira, pero, era así, pasaban desapercibidos mediante los ojos de los demás, dando alas a una imaginación que llegó un punto, que, en vez de hacer ningún bien, jugaba un poco a hacer el papel del filo de una navaja que, por mucho que avanzaras en ella, luego era mucho más doloroso el volver. No obstante, al chico no le parecía mal, era consciente, incluso había veces que, por ejemplo, cuando se iba a alguna cafetería, restaurante, aunque esto último era menos frecuente, siempre pedía dos de cada. Y siempre que el camarero pedía para quien era el segundo. El chico solo respondía: Es que parece que no te ven, tienes razón cuando dices que pasamos desapercibidos. Y el mismo se respondía con unas carcajadas que no eran normales, otras muchas rozaban la locura, cuando había otras que eran divertidas, al principio.

Otra de las cosas que también notaba en falta, aunque no lo reconociera, es que el paso del tiempo, le pesaba en sus ojos, largas y angostas ojeras se dibujaban en ellas, tanto que había veces que tenía que mirar debajo de los zapatos, porque decía que había notado algo en la suela. Las noches pasadas en vela, las utilizaba de pequeño empuje, y si no le había parecido suficiente la soledad del día en sí. Se arrinconaba en su cama, cogiéndose las rodillas, y mirando hacia arriba, disfrutando, por así llamarlo de la soledad que le daba calor. De entre esas seis horas que pasaba despierto por la noche, solo había una que mereciera la pena, y es la que a las seis de la mañana empezaba a salir el sol por el horizonte, allá a lo lejos, muy lejos, de donde, como decía él, venían sus amigos. Sus tíos aunque vivieran con él, sabían que todo el mundo quiere intimidad, pero tampoco tanta. Así que un día, aunque les pesara, decidieron llevárselo de picnic.

Al salir de la sombra de su habitación, era normal tanto espanto, ese día no hubo amigos a su alrededor, simplemente desconocidos, que daban vueltas a su alrededor, gritando, riendo, y sin más fin que hacerle feliz. Lo único que hicieron fue agravar la situación, porque el muchacho no tenía un rincón donde esconderse, el apoyo que le habían prestado todas esas sombras en el pasado, ahora estaban de vacaciones, por así decirlo, lo habían dejado naufrago, en una isla donde, no podía hacer más que mirar a su alrededor, y en el él solo se podrían apreciar pequeñas amenazas a su entendimiento. El chico tan solo quería soledad, y lo único que encontró que podía estar en su mano, era poder pasear solo, bajo ese sol que hacía ya varios años que no veía, para ser más exactos, desde que sus padres murieron, y de eso ya hacía casi diez años. Mientras paseaba, descubrió que tampoco era tan malo, como todo lo demás tenía que vivir su vida, y el problema era que, esa vida, la perdió al perder a sus propios padres. Siguió caminando y lo único que encontró fue la boca de un pozo, que brindaba de lo viejo y desolado que estaba. Pero como todo, la curiosidad pudo más que cualquier otra cosa, y decidió asomarse en él. Se apoyó demasiado, y lo único que consiguió fue caer de bruces. Al tocar fondo, lo único que noto, fue esa protección que echó en falta. Soledad y anonimato.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es increible la capacidad que tienes de sintetizar esas palabras y que suenen perfectamente, no sé me halaga saber que alguien hace cosas como estas. Enhorabuena chico!

Unknown dijo...

Aunque se que parezco una polla con patas, pero este blog, es sobretodo para aquellas personas que quieren descubrir como escribo