miércoles, 6 de agosto de 2008

Conóceme XII

12.

Á

gora hablaré sin más de Ricardo, que aunque el disimulo no sea lo suyo, nosotros esperamos el día en el que el dé un paso bastante importante en su vida. Entre ellos se encuentran, el dejar de aparentar lo machote que es sorbiendo tequila por la nariz como Pedro, y como sale siempre mal parado. También está el entrar en su coche mientras está escuchando, la banda sonora de Priscila reina del desierto, y que sin querer, no se sabe cómo, lo cambia, por algo que se pueda escuchar, que no sea tan, cómo llamarlo, menos llamativo a los oídos de los demás.

Su sueño es poder diseñar ropa, junto con los grandes de toda la vida. Para que os hagáis una idea, sus primeras palabras fueron Channel, y más tarde Dolce & Gabana. Tiene un gato al cual llama Fifí. Y sobre todo, y más importante, y eso lo sé por Eva, su propia prima. A veces le pide revistas para chicos, viendo otros chicos. Bueno eso y que también se perfila los labios y pinta las uñas de un rojo chillón. Cuando está con nosotros, dice.

-Es que es tan intenso, el estar con las mujeres, que alguna vez te dejan los labios muy rojos.

Eso es otra, toda mujer que se acerca a él es para pedirle una cita, fuego, cama. Pero el siempre se queda mirando al horizonte, y cortésmente, la envía lejos, con cualquier excusa como.

-Perdona chica, pero es que estoy tan bien con mis amigos que paso de irme, ahora mismo contigo por ahí. Ah, por cierto, déjame tu número de teléfono. Porque, en sí eres guapa, pero si vienes conmigo de compras.

Acto seguido, la chica, que se ha acercado a ofrecerle un buen rato, vale, es cierto que muchas salen llorando, pero otras le sueltan un buen tortazo. Y nosotros siempre reímos, incluido Andrés, que parece no a ver roto un plato nunca.

Otra de las cosas que llama la atención de él es que estudiaba ballet, y ahora hace baile moderno, algo que no es que sea muy masculino, pero nosotros, entendedme, estamos encantados por eso. Porque abre la puerta a ver a muchas chicas, que están muy buenas, en las manos de nuestro amigo, que es el único chico en una clase de mujeres. Y cuando quedamos con él, siempre se trae a alguna de esas “amigas”, o como las llamamos nosotros, cobayas para nuestro deleite. Las excusas que le soltábamos a Ricky para que trajera sus amigas, eran, algunas muy buenas, otras no tanto. Por ejemplo estaban algunas como:

-Ricky ¿te venimos a buscar? Es que verás en la oficina me han hecho una apuesta, en plan “quien reparta más tarjetas de clientes o clientas gana un viaje con gastos pagados”.- soltaba Charlie.

-Ya, se las podrás dar, pero es que ninguna de ellas está casada.

-Bueno, es igual, que la tengan y si quieren que me llamen.

Luego había otra en plan más al estilo Pedro. Que era más burda.

-Ricardo mira, me han regalado unos, espera que no me acuerdo, deben ser unos ocho colchones y, tengo que amoldarlos un poco, porque es que son un poco rígidos. Por eso había pensado si, tú con lo buena y gentil persona que eres ¿me podrías prestar alguna compañera tuya, para que amoldemos juntos los colchones?

-Es que verás ellas están muy unidas.

-Ah, por eso no pases pena, amoldaremos con todas las que se quieran venir, que colchones siempre hay, lo que no hay es buena compañía. Además como a Armando, tanto le da una mujer que una almohada, pues por eso no va a haber problema entre nosotros.

Sí señor, el Pedro de siempre, y el sacar parte de todo a todo el mundo menos a él, típica e inigualable manera de ser. Bromas aparte, hablemos de cosas serias.

Al poco del famoso brindis, Ricardo me llamó para poder hablar. Lo cierto era que lo noté raro, incluso con un acento a eufórico que no lo llegué a encasillar. Quedamos en la Plaza de España, al lado del bar Cristal, para poder ir a dar una vuelta. Me dijo que no tardará pero es que hay un atasco de gente últimamente, que no se puede explicar muy bien.

Cuando llegué al punto de quedada, lo único que encontré fue una de las amigas de Ricardo hablando con una chica que me estaba dando la espalda, con una larga cabellera, y sobre todo unas largas piernas. Un bolso pequeño, llevaba unas uñas postizas de un rojo intenso y una minifalda de un color negruzco.

Me acerqué por inercia para preguntar a la compañera de baile de Ricardo.

-Disculpa ¿has visto a Ricardo?

-Pues ¿no lo tienes enfrente?- me soltó la compañera.

-No, simplemente te veo a ti con una chica bastante alta.

-Fíjate mejor.

Entonces me giré, y detrás de todo ese maquillaje, descubrí a Ricardo, riéndose. De hecho lo conocí gracias a Fifí, porque si no aún estaría buscándolo.

-Pero ¿Qué haces Ricky?

-Es que verás, es molesto salir con las chicas cuando eres el único chico, por eso me disfrazo de Ricura cuando voy con ellas. Y ahora tengo un problema.

-¿Otro más?

-Sí, es que el otro día conocí a Héctor, un culturista, que cuando me vio, se enamoró de mí. Pero claro iba disfrazado de Ricura, no era Ricardo, y le dije de quedar aquí, junto con el novio de mi amiga Estela. ¿Vas entendiendo la movida?

-Creo que me aproximo.

En ese preciso momento se acercó un chico, un tanto raro, pues este llevaba una barba de dos días y los ojos con mucho rímel, sin dejar atrás, que tenía un acento muy, como decirlo ¿femenino?. Bueno haceros a la idea de lo que pasará a continuación.

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