lunes, 11 de agosto de 2008

Conóceme XVII

E

mpezaré hablando de mí, porque es lo que tengo más a mano, creo que al menos se podría decir de esta manera. Decir en mi contra que dejé muchos papeles por en medio de casa de Pedro, y a mi favor que la casa la hacía yo, nunca se atrevió a tocar nada bajo mi supervisión. Eso sí que lo tenía bueno Pedro. Todo esto fue a mediados de Mayo cuando aún no sabía nada de nada de mi mujer, sus abogados y ni siquiera de Charlie, que era el que se preocupaba en sí, por mi situación.

Pero conseguí una cosa muy buena, me movía más, me preocupaba por la gente que me rodeaba, incluso arreglé muchas cosas en casa de mis padres, porque ellos a su edad lo único que pueden arreglar es la manera de llegar a fin de mes con la pensión que le va pasando el estado. Conseguí ver un par de veces por semana a mi hijo, pero mi mujer aún me miraba de reojo, como si no se fiara.

En casa de Pedro como he dicho las cosas no andaban muy bien porque tenía escritos como para empapelar el edificio, muchos que acababan en la basura y otros, pues que no terminaban, pero porque no acertaba. Alfonso me daba ánimos, pero lo único que conseguía en sí era ponerme más nervioso. Los escritos eran vastos y con poca imaginación, y muchos, al final de la estancia en casa de Pedro, servían como posa vasos.

Hubo un día en el cual me di cuenta de que me seguían, pero no le presté la más mínima atención. Pero claro también estaba el factor “coño, que me están siguiendo”, una cosa que me ponía muy nervioso. Me giré para ver qué es lo que me seguía desde tan cerca, pero lo único que encontré fue una calzada, por la cual, pasaba mucha gente. Así que seguí caminando y volví a notar los pasos muy de cerca. Me paré en un semáforo en rojo y allí fue cuando noté un aroma conocido, un aroma que me acompañó muchos años en mi vida, para ser más exactos diez. Entonces me volví a girar y la encontré, era Inés la que me seguía, sin más excusa que la curiosidad.

-¿Se puede saber por qué me sigues?- le dije con mucha sutileza. La verdad, ahora que la tenía cerca, cara a cara, podía apreciar todo lo mal que lo pasó. Los tres años tan largos que tuvo que pasar cuidando a nuestro hijo, y diciéndole en el oído “papá hoy no vendrá porque no está junto con mamá”, mi hijo tan solo tenía dos años cuando mi mujer y yo lo dejamos. Ahora había crecido y tan solo tenía de figura paterna al capullo que se estaba acostando con mi mujer, porque todos los recuerdos se habían perdido en el olvido.

-Siguiéndote- me dijo con toda naturalidad.

-Pero ¿por qué me sigues precisamente ahora?

-Verás he estado hablando con tus padres y me han dicho que has cambiado, que ahora te preocupas por los demás. Incluso que ahora incluso escribes, de hecho tu madre me enseñó lo que le escribiste, y es sinceramente muy emotivo.

-Ya pero eso no explica porque me sigues.

-¿No lo ves? Te sigo porque te echo de menos, me preocupo por ti.

-¿Qué te preocupas por mí? Ya vi como te preocupabas en los brazos de otro.- Vale sinceramente allí me pasé bastante, ella empezó a mostrar una cara más bien tirando a húmeda, y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. No discutiré que era bella, incluso a mi pesar, era la mujer más guapa que había visto. Me era completamente igual el que me hubiera hecho daño, que tonto fui.- Ahora no te pongas a llorar, entiéndeme que desconfíe, si no haces más que darme largas para que vea a nuestro hijo, estoy viviendo en casa de Pedro mientras pienso el porqué estoy allí. Entonces le doy vueltas a la cabeza, y te veo a ti besando a otro hombre, que no es justo Inés, que en este caso el malo de la película, en gran parte he sido yo, pero tú también diste un empujoncito al asunto.

-Lo sé, verás- su palabra favorita “verás”, no había cambiado en ese aspecto- lo que te quería comentar, es que ahora que has cambiado, bueno no sé ¿quieres conseguir otra vez tu vida? Es que te echo en falta, tus abrazos, que aunque escasos eran cálidos, y tus besos, tienen una magia especial.

Eran sentimientos que no me decía desde que éramos novios, pero sinceramente yo tampoco hacia eso desde que éramos novios, creo que el matrimonio mató lo poco caballero que era entonces, pero lo único que podía hacer en ese momento era estar en la defensiva.

-No te entiendo, a ver si adivino, te ha dejado el novio y necesitas a alguien para pagar el alquiler de la casa.

-No me vengas con tonterías que sabes perfectamente que mi familia me ayuda monetariamente hablando, te echo de menos y punto.

-A mi no me mientes, escondes algo detrás de ese telón que es la vida, y que tú sueles maquillar.

-Mira, no se puede hablar contigo, por mucho que hayas cambiado, sigues siendo el mismo imbécil que eras cuando estábamos juntos. Vale es verdad, que no tengo novio, pero lo dejé por ti, me acordé de los buenos momentos- así que es verdad que le costó pensar, porque como había pocos…- y otra cosa, también pensé en el futuro, en como estaríamos el día de mañana, los dos sentados en un banquito en el parque de donde quisieras, viendo correr a nuestros nietos, porque se me ha olvidado una cosa, y es que Jaime a empezado a interesarse por las niñas de su edad, es tan ligón como su padre, aunque eso sí ha salido más sentimental que él.

-No sé a qué viene todo este despliegue de comentarios, de recuerdos perdidos y todo lo demás, pero sinceramente, también os echaba de menos a vosotros, tanto que por las noches tenía pegada una foto donde sale Jaime comiendo papilla. Que sale tan guapo, y entonces es ahí cuando me hundo y me doy cuenta de que os he perdido y que me gustaría estar en casa, los tres abrazados a la luz de las velas y viendo la tele o lo que hagáis, me es igual, simplemente os echo de menos y quiero volver a teneros, entendedme, que no soy nadie sin vosotros dos me siento vacío.- Noté por primera vez en muchos años pequeñas lágrimas cayendo de mis ojos, al principio no lo noté pero al cabo de soltar todo el rollo empecé a llorar, podría decirle al mundo que tenía sentimientos, ni yo me lo creía, pero estaban allí.- Joder, mira lo que has conseguido, un momento ¿estoy llorando?- Ella asintió y en seguida me abrazó. No sé si fue durante mucho tiempo, pero lo cierto es que lo hubiera congelado el momento. Los dos abrazados, susurrándonos en el oído te quiero, y de vez en cuando- Te he notado a faltar.

-Entonces ¿Cuándo te vienes para casa?

-Cuando quieras. Tú dirás.

-Verás, entonces vente está noche, porque Jaime duerme en casa de un amigo, y así recuperaremos el tiempo perdido.- Me guiñó un ojo y se marchó, dejando a su paso aquella estela de seguridad que toda ella desprendía, una vez estuvo lejos, se giró y a media voz me dijo- Te espero cariño.- no sabía exactamente qué pasaba, estaba totalmente embrujado.

La velada se presentaba bien, tan bien que me costaba de creer. Me acicalé de tal manera que me dolían los ojos de tanto after shave que me puse. El pelo lo tenía tan engominado que era imposible que una pelota de petanca me hiciera daño, de hecho rebotaría. Me lavé los dientes, y si es cierto son de color blanco, es que digamos que mis amigos me los estaban diciendo, pero no me lo acababa de creer. Estaba emocionado, estaba que no cabía en mí.

Una vez duchado y todo lo demás, me dirigía casa de Inés, donde me estaba esperando, el cuerpo me temblaba tanto que parecía que sufría de parkinson. Toqué al portero, pero temblaba tanto que toqué a los cuatro vecinos que envolvían mi antigua casa, para que os hagáis una idea. Lo hice otras tres veces y a la cuarta, toqué al que era.

-¿Si?- me respondió la voz de Inés.- Venga sube tontorrón que te esperaba.

Subí de tres en tres los peldaños, pero claro como era un tercero, llegué hecho polvo. La mayoría del perfume que me puse se había casi extinguido, el pelo lo llevaba revuelto y los ojos me escocían de tanto sudor que había acumulado en mi propia carrera. Me daba igual, sabía que al final del camino estaría esperándome Inés con la puerta abierta. Y así fue.

Inés esperaba de pie al final de la escalera, estaba sonriéndome, cosa que me extrañó, pero que no le di importancia. Yo por mi parte seguía subiendo. Cuando llegué al final de todo ese tormento que es para mí el ejercicio, me llevé la merecida recompensa. Me abracé a Inés como nunca me había abrazado a nadie y la besé como nunca la había besado. Fue un momento emotivo y raro, porque ¿Qué hacía yo en la mi propia casa, estando en la entrada besando a mi mujer, mientras esta me esperaba en el umbral a que subiera? Me daba igual, estaba disfrutando, como disfruta un niño pequeño con un juguete nuevo, aún no le podía quitar el envoltorio, pero tiempo al tiempo.

Inés después de los besos, los abrazos, las caricias. Me cogió de la mano y me condujo hasta nuestra sala de estar, donde nos esperaba la mesa que usábamos como mesa de invitados. En medio tenía un candelabro, y debajo del cual dejaba ver dos platos bajo cada vela. Un entrante y un primero, el postre vendría después porque tenía cucharillas preparadas para tomar un buen postre.

-Esto… esto ¿lo has hecho tú?

-Sí- dijo contenta, y medio riéndose de lo capullo que parecía en ese momento- para compartirlo con el hombre al que más he querido.

Me sonrojé, y ella lo vio. Entonces se fue camino a la cocina para ir a buscar la cena, y al volver lo que trajo fue una fuente de calamares rellenos de pimientos, como entrante. Se dio la vuelta, para traer el primero y trajo un buen bistec de salmón como a mí me gustaban, me guiñó otra vez el ojo, y dijo.

-Esto espero que te aproveche, porque me ha costado aprender las dos recetas, bueno la del bistec de salmón no es tan difícil como la de los calamares rellenos. Pero también es complicado meterle la mostaza por encima y que no sepa tan fuerte, que sea sutil y gustoso.

Os puedo asegurar que tenía los ojos como platos y la boca se me estaba volviendo acuosa. Lo cierto es que la cena pudimos hablar poco, pero para eso estaban los postres y las copas de después.

-¿A qué te has dedicado estos tres años Armando?

-Un poco de esto un poco de lo otro. Lo de siempre, nunca tengo rumbo fijo, ahora estoy con la escritura, mañana estaré con los cohetes y pasado pues ya veremos lo que salga. Hablando en serio he estado trabajando ayudando a los demás, sobre todo a mis padres y también en mis ratos libres estaba de pintor junto con un conocido de Pedro que necesitaba ayuda, mejor no preguntes.

El conocido de Pedro era, el típico simplón del pueblo. El más simplón por no decir el más salido, viniera la mujer que viniera por debajo de la obra, le decía algo de manera desagradable. Lo cierto es que era un alma caritativa porque les daba de comer a todas las chicas que pasaban. Él lo ofrecía, pero ellas no entiendo aún muy bien porqué pero lo rechazaban siempre.

Los dos sentados en el sofá, como antes hacíamos, bueno como antes no, porque antes yo miraba el partido mientras ella hablaba y me contaba su día en la oficina o donde fuera, sin yo prestarle atención. Ahora le estaba prestando toda la atención del mundo, me tenía hipnotizado. Tomamos una o dos copas más y a la hora de la verdad, ella se encaminó hacia la habitación a cambiarse. Yo la seguí, ella se metió en el baño, cosa que yo aproveché para desvestirme y meterme en la cama. Cuando ella salió, tengo que decir que se sorprendió.

-¿Qué haces?

-Bueno como habías entrado en la habitación, pensaba que era para- toqué con un dedo la almohada para indicarle que se tumbara a mi lado.

-Ya lo has tenido que estropear Armando, esta noche la hacía especial el que no saliera lo cerdo que eras.

-¿Perdona? Fuiste tú quien dijiste de recuperar el tiempo perdido.

-Pues claro para hablar sobre nosotros, en ningún momento me refería…- Puso cara de asco y siguió con el discurso- ¿En serio pensabas que me acostaría contigo?

-Hombre, después de los besos de la entrada, cualquier cosa podría pensar, pero es que te he visto tan dulce esta noche que pensaba que el postre, bueno el segundo postre en realidad serías tú.

Advertencia, en esta situación, la única recompensa que te llevas es una torta que tendrás marcada una larga temporada, que te cojan del cuello y que te saquen de casa.

Una vez abajo, recibí un mensaje en el móvil que decía que sentía su reacción, pero que lo único que no necesitaba era una polla en esa noche, necesitaba que alguien la escuchara y la comprendiera. Que volviera al día siguiente y que también necesitaría de lo otro, aparte de comprensión y apoyo. Creo que así es como empezó todo lo mío en la vuelta a casa.

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